El pleno de política general celebrado ayer en el Parlamento vasco discurrió de una forma tan «previsible» como lo es, en palabras del lehendakari, el Gobierno que él mismo preside. La sesión evidenció los problemas con los que tropezará su Ejecutivo en minoría para aprobar ... los Presupuestos y cualquier otro proyecto de enjundia en los dos años que restan de legislatura tras la ruptura de puentes con el PP. La proximidad de las elecciones locales y europeas de mayo -una dificultad añadida para trenzar acuerdos- aportó dosis de acidez dialéctica al debate. Las apelaciones de Iñigo Urkullu al diálogo y su balance de gestión exento de cualquier autocrítica chocaron con una oposición que ejerció su papel sin concesiones, e intentó aprovechar las bazas que le brinda la coyuntura, como la corrupción del 'caso De Miguel', vinculado al PNV, y el fraude en la OPE de Osakidetza. El lehendakari hizo hincapié en la favorable marcha de la economía y en un listado de objetivos que requiere apoyos con los que, hoy por hoy, no cuenta. Sin embargo, como era previsible, la estrella del debate fue la reforma del Estatuto, que divide el Parlamento en dos bloques aparentemente irreconciliables. Un año después de acuñar la expresión «nación foral», ayer esgrimió el concepto de «democracia plurinacional» para abogar por una España confederal que aplique un modelo inspirado en el funcionamiento de la UE, en el que Euskadi mantendría una relación bilateral con el Estado y le sería reconocida su «vocación de decidir». Ensanchar con estos mimbres el pacto soberanista sellado por el PNV y EH Bildu, como plantea Urkullu, parece misión imposible. Más aún lo es sostener la base legal de ese proyecto nacionalista en una «relectura más ambiciosa» de la disposición adicional primera de la Constitución, que reconoce los derechos históricos y prevé su eventual actualización, pero «en el marco» de la propia Carta Magna. Ver en ese apartado un portillo al derecho a decidir o a un cambio sustancial del Estado de las Autonomías equivale a comenzar el rezo del Credo por Poncio Pilatos. Tiene razón Urkullu en que una reforma del Estatuto solo con EH Bildu sería «un estrepitoso fracaso». La cuestión es por qué su partido ha optado por esa vía y qué está dispuesto a hacer para enmendar el error. La distorsión entre sus reiterados llamamientos al entendimiento en busca de un «pacto plural» y la cerrada defensa que hizo Egibar de las bases consensuadas con la izquierda abertzale reflejan que la reforma del Estatuto no solo causa controversia en el arco parlamentario, sino en el propio PNV.
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