Díselo al rastreador

Pensaba que esta manera mía de pensar iba a situarme una vez más del lado del error, pero qué va. Igual me quedo corto. Tirando del hilo de un posible foco de la enfermedad en una fiesta celebrada en Córdoba, los rastreadores han topado con la Casa de Sajonia-Coburgo y Gotha. Concretamente, con el príncipe Joaquín de Bélgica, archiduque de Austria-Este. Se ve que en Austria los archiducados se parcelan. Imagino que el Este será un archiducado soleado por la mañana, pero sombrío por la tarde.

Que el príncipe infectado hubiese llegado a Córdoba desde Bélgica y que en su fiesta hubiese gente que podría haberse desplazado entre provincias nos indica algo importante: vamos a enterarnos de los detalles de cada foco. Y eso va a provocar episodios de furia justiciera, porque el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, pero sobre todo es capaz de lo de siempre. En Ceuta se ha dado otro brote relacionado con un cumpleaños y una de las personas involucradas ha terminado hospitalizada, aunque no por el coronavirus, sino por la ansiedad que le ha provocado el acoso en redes.

Acabamos de pasar un fin de semana de mucha playa y barbacoa en el que hemos visto terrazas abarrotadas e incluso pachangas futboleras en algún arenal. Las autoridades llaman a la prudencia, pero no deberían olvidarse de la vergüenza. «No hagas nada que no puedas explicarle al rastreador», sería un buen lema para una campaña en la que apareciese John Wayne enfadado y crepuscular, a punto de matar a alguien.

Otra forma de verlo:a poco que el brote prenda, las imágenes de la fiesta de cumpleaños –el momento en que te quitas la camiseta y subes a cantar 'Saturday Night' al karaoke– va a acabar comentándolas Matías Prats en el telediario. Y ese hombre no va a tener piedad.

A Trump los disturbios tras la muerte de George Floyd a manos de la Policía parecen venirle hasta bien, pero Santiago Abascal ha creído necesario apoyar al líder mundial y explicarle que «la mafia progre» quiere una «primavera de la ira». Se ve que en Vox creen que Trump necesita otra teoría loca. Lástima que Vox sea para Trump un medio progre de Washington y España un México que produce «bad hombres» como el chef José Andrés. Pero enternece la costumbre de utilizar los Estados Unidos como argumento a favor de uno. Hay que tener, eso sí, mucho cuajo. En el juicio del 'procés', el abogado de Junqueras y Romeva exhibía en su portátil una pegatina de 'Black lives matter', el movimiento que denuncia la violencia policial contra los negros. Era un gesto de hermandad entre minorías maltratadas y perseguidas, afroamericanos y catalanes, unidas incluso por el hecho esclavista, aunque al revés, de eso mejor no hablar.

Pedro Sánchez se marcó ayer un «homenaje» a Salvador Illa y Fernando Simón. Y le quedó raro. Porque, si Illa es un ministro que cumple con su deber, Simón es un funcionario al que el Gobierno ha sobreexpuesto. Tras utilizarlo como escudo y como punta de lanza, Sánchez le agradece que no se haya «dejado arrastrar por la provocación». Y tiene razón, pero solo faltaría que el presidente, un devoto del maximalismo y la polarización, intentase ahora apropiarse del tono y la prudencia de Simón, en lo que parece un intento loco de ósmosis infusa.