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Nos gusta creer que somos originales, pero todo lo que nos sucede ha ocurrido ya antes. Ni siquiera en los cataclismos que nos acontecen hay innovación sustancial. Pueden cambiar las circunstancias, pero la esencia de los errores que nos arrojan a ellos y de los ... efectos que producen se repite una y otra vez. Lo afirma el divulgador David Quammen en una reveladora pieza publicada en 'The New Yorker', y traducida por 'El Confidencial': la Covid-19 ha causado una catástrofe anunciada, a la que no nos anticipamos, simplemente, por falta de imaginación; por no saber leer las señales y negarnos a creer que algo así pudiera ocurrir. Es la eterna historia de tantos cambios radicales en las sociedades humanas, que llevan a sus miembros a situaciones de caos y desconcierto. Fue, por ejemplo, lo que ocurrió a los súbditos del Imperio Austrohúngaro, que lo vieron desaparecer de la noche a la mañana, aunque en realidad arrastraba desde hacía ya décadas la carcoma que lo iba a reducir a la nada.
La perplejidad de aquellas gentes nos la contó como nadie Joseph Roth, quien en su novela 'La cripta de los Capuchinos' la representa de maravilla en dos personajes, el castañero esloveno Joseph Branco y el cochero Manes Reisinger, de Galitzia. Branco se encuentra con que para continuar con su negocio ambulante necesita pasaporte, porque su itinerario, que antaño discurría por una sola jurisdicción, cruza ahora un sinfín de fronteras. Reisinger vuelve a su ciudad, situada ahora en Polonia, decidido a recobrar su oficio, pero se encuentra con que la guerra la ha borrado del mapa, como a su mujer y a su propia casa. En su impotencia, sin trabajo ni lugar, se pregunta: «¿Qué es un cochero frente a Dios? Dios ha llenado de confusión el mundo y ha aniquilado mi pequeña ciudad.» La confusión que nos ha traído esta pandemia, fruto de nuestra osada ignorancia de las fuerzas de la naturaleza, también nos ha dibujado fronteras e impuesto salvoconductos, y aunque no ha derribado inmuebles, ha dejado a muchos sin sitio ni oficio. Nada nuevo bajo el sol.
¿Y qué le queda al cochero, cuando comprueba que la mano de Dios le ha movido el mapa y le ha volado el techo? ¿Qué les toca a los humanos cuando el tinglado que creían fijo y seguro se les viene abajo y ya no los cubre más? El propio Roth levanta acta, atestiguando lo que ya pasó: «Todos nos acostumbramos a lo desacostumbrado, y fue un apresurado acostumbrarse.»
(Nota: las citas de Roth están tomadas de la traducción de Jesús Pardo, otro muerto sigiloso en estos días. In memoriam.)
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