Determinación para salvar a Pablo Ibar

La pena de muerte es un castigo cruel y se debe garantizar una defensa eficaz para que pueda haber al menos posibilidad de un juicio justo, como el que esperamos para Pablo Ibar

Miércoles, 28 de noviembre 2018, 00:58

Este lunes, 26 de noviembre de 2018, empezó la vista oral de la repetición del juicio de Pablo Ibar. Dicho así, escuetamente, parece algo instantáneo. Es el problema de las frases declarativas, que te enuncian un hecho, pero no dan ninguna indicación del esfuerzo y ... menos aún del tiempo invertido en conseguir que ese hecho se produzca.

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Es tanto el tiempo, que incluso son ya varios los partícipes de ese hecho que han pasado a mejor vida. En el año 2000, Ibar fue condenado a muerte por un triple asesinato que yo estoy convencido que no cometió. Y no soy sólo yo. Todo el que se interesa mínimamente por el caso y se informa al respecto acaba con el mismo convencimiento. Fue condenado a muerte porque tuvo una defensa letrada ineficaz. Y porque tuvo una defensa letrada ineficaz, fue condenado a muerte con pruebas «escasas» y «débiles». Ya no sólo lo decimos quienes apoyamos a Pablo. Desde el 4 de febrero de 2016 lo dice también el Tribunal Supremo de Florida. Pues bien, Kayo Morgan, el abogado de oficio que tuvo Ibar en ese infausto juicio en el año 2000, ya no está entre nosotros. Pero hay que reconocer en su honor que antes de morir dejó documentado claramente que fue por su mala praxis profesional por lo que Pablo Ibar fue condenado a muerte.

Lo lógico, cuando te condenan a muerte, es abandonarte al pesimismo. Se acabó. Que te ejecuten es cuestión de tiempo. Pues no. El pesimismo es estéril. La clave está en la determinación. Y con mucha determinación la familia y amigos de Ibar conseguimos los fondos -no pocos- necesarios para apelar esa sentencia a todas luces injusta -porque no hubo juicio justo- y cambiar su suerte. Pero la suerte puede ser cruel. No siempre la tienes cuando la necesitas. Y efectivamente en 2006, otro mazazo. El Tribunal Supremo confirma tu condena a muerte. Y lo hace porque el abogado ineficaz que tuviste en 2000 no cuestionó las pruebas de cargo -escasas y débiles- que presentaron en tu contra. Dice el Tribunal Supremo que «usted a qué me viene con historias si ni su propio abogado cuestionó las pruebas, oiga». Y te hundes de nuevo en el pesimismo más negro, porque luchas contra el universo kafkiano que no considera la realidad de las cosas sino el recurso un tanto burocrático de que, oiga, haber cuestionado correctamente las pruebas en el juicio que ya tuvo en 2000. Y le dices a tu mujer que se divorcie de ti, que busque una vida mejor. Y es ella, junto con tu padre quien te dice que no. Que el pesimismo no lleva a ninguna parte. Determinación.

Es que ahora hay que volver al tribunal que te condenó a muerte y decir, oiga, que tuve un abogado ineficaz, que ese juicio estuvo viciado en origen. ¿Que de dónde sacaremos los fondos para ello? Que estas cosas cuestan un pastizal. Pues, del mismo sitio, de la determinación. Afortunadamente, muchos, casi todos, tienen claro que la pena de muerte es un castigo cruel, inhumano y degradante. Y tienen claro que una defensa letrada eficaz se debe garantizar para que pueda haber al menos posibilidad de un juicio justo. Y tienen determinación. Mucha. Que los juicios se pueden viciar y torcer de muchas maneras, pero tiene que haber unos ingredientes básicos.

El propio Ibar lo cuenta: «En 2009 estamos a punto de empezar la vista de la apelación para ello, y aparece un tal Juan Gispert, al que no conozco de nada, que dice que no fui yo el del vídeo, que fue un tal William Ortiz, que está en la cárcel también, pero por otro asunto que no tiene nada que ver. Y nada. A la Fiscalía le viene de perlas doblemente, porque no sólo aprovecha esto para retrasar los análisis de huellas dactilares y de ADN todo lo posible, sino también para vanagloriarse de que al salir negativos los resultados con Ortiz, dicen que mis esperanzas se desvanecen. Oiga, que tampoco son mis huellas dactilares ni mi ADN los que están en el lugar de los asesinatos, y sin embargo el que se pudre en el corredor de la muerte soy yo. Y en 2012 tienen la desfachatez de sentenciar que no, que mi defensa letrada en el año 2000 fue impecable. Los años pasan inexorables. Juan Gispert tampoco está ya entre nosotros. El tiempo no perdona y yo envejezco, podrido en el corredor de la muerte. Pero el remedio sigue siendo el mismo: determinación.

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Por fin, el 4 de febrero de 2016, el Tribunal Supremo de Florida ve la luz. Lo del año 2000 no fue un juicio justo, fue una chapuza porque tuve cualquier cosa menos una defensa letrada. Pero no me puedo ir de rositas. Hay que repetir el juicio. Pero bueno, con la buena noticia, viene la euforia, viene el optimismo. ¡Esto ya está! Pues no. Aprendo que el optimismo puede ser tan malo como el pesimismo. Peor incluso, porque la decepción es mucho más ponzoñosa. Me vuelvo a pudrir, esta vez fuera del corredor, en una cárcel 'normal', donde paradójicamente el régimen de visitas y el régimen de vida en general es peor que en el corredor, que ya consideraba mi casa. Pues te jorobas. Determinación.

El lunes empezó el juicio. Por fin. Casi 18 años nos ha costado. Tomaron declaración a los policías que investigaron el lugar del crimen. Uno de ellos tampoco está ya entre nosotros. Tampoco me extraña, con el tiempo que ha pasado, que hasta yo, que era un chaval, ya peino canas en la barba».

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Ni pesimismo, ni optimismo. La determinación es con lo que sacaremos por fin a Ibar de ese pozo negro. Pero aún nos falta un empujón final para cubrir el presupuesto de la defensa. Acudid por favor a www.pabloibar.com y pinchad en el botón 'Ayudar a Pablo Ibar'. Allí os explicamos cómo aportar vuestra pequeña aportación de determinación, sin la cual no podríamos haber llegado aquí y sin la cual no podremos sacar a Pablo. Determinación.

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