Hace un año disfrutábamos en el País Vasco de una reapertura de bares y fronteras que no duraría mucho mientras llegaban del Reino Unido noticias de una nueva variante del virus a la que llamábamos «cepa inglesa». Aún no manejábamos el alfabeto griego con soltura. ... Las buenas noticias internacionales llegaban desde Estados Unidos, donde comenzaba la campaña de vacunación más ambiciosa de la historia. En el terreno de la representación simbólica, quizá recuerden que hace un año el anuncio famoso de la lotería apostó por el sentimentalismo lacrimógeno. Y el anuncio famoso del embutido apostó por el sentimentalismo humorístico. A dos semanas para la Navidad, hace un año teníamos problemas para definir con exactitud qué era un allegado.
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Sirva el recordatorio como ejercicio de orientación pandémico. Los más selectos expertos invitan a tener en cuenta de dónde venimos para entender dónde estamos. Hoy los bares y las fronteras están abiertos sin mayores exigencias que un código QR. El 90% de la población está vacunada y se avanza en el refuerzo de la protección de los mayores mientras se procede a inmunizar a los pequeños. A nadie le importan los allegados. Y las noticias del extranjero suelen llegar desde lugares avanzados que nos aventajan en superstición antivacunas. Este año el anuncio famoso de la lotería ha apostado por la cursilería fraternal mientras que el del embutido lo ha hecho por la predicación demagógica. Es una buena noticia, como si el hurón del marketing olisquease el final de la tristeza.
Sin embargo, los contagios aumentan y con ellos empeora la situación en los hospitales. O sea, que estamos mejor, solo que yendo a peor y confiando en que nunca volveremos a estar tan mal. La pandemia es también una endiablada prueba de paciencia. Y de prudencia. Volvemos a comprobarlo ahora que Lakua estima que esta semana es clave para determinar cómo se llega a unas fiestas que el año pasado imaginábamos más cerca de la normalidad. Saben a lo que me refiero cuando hablo de normalidad: el árbol encendido, la familia reunida, las risas, los villancicos, la felicidad de los niños y la sobremesa torciéndose al llegar las copas y con ellas, como cada año, la discusión sobre lo de Garaikoetxea en 1986.
Vaticano
Yolanda Díaz visitó el sábado al papa Francisco y estuvo muy sonriente y atenta al protocolo, cuidando de llamar siempre «Santo Padre» al pontífice y regalándole una estola reciclada, pero cosida por monjitas, y una edición de 'Follas Novas' que ojalá incluya el prólogo original de don Emilio Castelar. No se descarta que, ya sin cámaras, la vicepresidenta se colocase una mantilla y le pidiese al papa que rezase por España, tierra de María, luz de Trento. La vicepresidenta reconoció tras el encuentro que había sido todo «muy emocionante». En el Vaticano quedarían también satisfechos porque esperarían a un peligroso líder socialcomunista y casi les aparece Joaquín Ruiz-Giménez con un libro de Rosalía. La visita de Yolanda Díaz al papa, sin duda histórica, va a ser por fuerza muy comentada. Señalemos a ese respecto que el 'prime time' televisivo del mismo sábado ya propició el fructífero debate de ideas entre Jorge Javier Vázquez y Massiel.
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Reino Unido
A Boris Johnson los escándalos le hunden ya en las encuestas. Y ayer, otra foto: el 'premier' jugando a un juego de preguntas y respuestas las pasadas Navidades. No se le perdonará. Ni siquiera sus seguidores. Porque ya me contarán qué clase de divertimento es ese para un miembro del Bullingdon Club de Oxford, hermandad de hooligans pijos que se distinguía por la quema de billetes frente a mendigos y la celebración de fiestas con destrozos, prostitutas y disfraces nazis. Casi se entiende que Boris piense que esta vez no ha hecho nada.
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