Desafíos en salud mental
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La mirada ·
Se requerirá un «modelo colaborativo» con la Atención PrimariaLa pandemia nos obligará al replanteamiento de muchas cosas desde el punto de vista social y económico. No es necesario recordar las situaciones límite que han tenido que confrontar los sistemas sanitarios y los de atención social. Los fallecimientos y la trágica situación de miles ... de personas han puesto sobre la mesa las debilidades de nuestros sistemas, que, siendo razonablemente buenos, han afrontado desafíos extraordinarios a los que justo se ha podido dar respuesta. Como consecuencia, la planificación sanitaria se enfrenta a diversos problemas y amenazas. La necesidad de contemplar la Atención Primaria como una pieza fundamental en el engranaje y la mejora en paralelo de determinados equipos hospitalarios, además del desarrollo definitivo de los servicios de Salud Pública ha sido puesta de manifiesto por diferentes expertos.
En lo que se refiere a la salud mental, requerirá esfuerzos parecidos con especial referencia a los equipos que de acuerdo al Plan estratégico de Salud Mental del Gobierno vasco deberán integrarse en un «modelo colaborativo» con la Atención Primaria generalista, sobre la que repercute en una parte importante la atención a personas con descompensaciones psíquicas durante y tras la pandemia. Además, no podemos olvidar la necesidad de dar soporte a lo que llamamos el espacio sociosanitario, las unidades y estructuras que se encargan, bajo dependencia pública y privada, de personas de la tercera edad, dependientes o con otros problemas específicos.
Erróneamente, la población considera que demanda y necesidad son términos idénticos. Llevando esto a sus consecuencias más extremas, la felicidad y el confort ya están constituyendo una demanda sanitaria. Se considera la salud un bien de consumo ilimitado y cada vez más exigible y que ilustra perfectamente lo que dice Iván Illich cuando señala que «en los países desarrollados la obsesión por la salud perfecta se ha convertido en el factor patógeno preponderante». En épocas de crisis este fenómeno se intensifica, como ya vimos en la de 2008. Sin embargo, en las decisiones sanitarias no hay recursos para todo. Entre orientar el dinero donde más o mayor beneficio produzca según una ley de oferta y demanda y orientar los recursos de manera justa, es esta segunda la que en una óptica de red pública de asistencia psiquiátrica debe primar. Los recursos, allá donde más se necesitan (necesidad para todos y cada uno). Aquí el valor supremo no es la ley de oferta-demanda sino un mecanismo de asignación que se puede catalogar como justo o basado en la equidad. Lo que hay, que sea para todos los pacientes.
El profesional se ve convertido en distribuidor directo de los recursos públicos. Es una socialización de la asistencia sanitaria que se rige por tres principios:
-el de la dignidad humana: obligación de otorgar los mismos derechos a todos independientemente de su lugar social.
-el de la solidaridad: obligación de dirigir los recursos allá donde exista mayor necesidad, grupos vulnerables.
-el del coste/efectividad, la obligación moral de buscar una relación razonable entre el coste de asistencia y su efectividad.
El Plan estratégico en Salud Mental de Osakidetza se atiene a un principio de psiquiatría comunitaria. Un servicio de salud mental comunitario es el que suministra un abanico completo de cuidados eficaces a una población definida, y que se dedica al tratamiento y respaldo de las personas que padecen trastornos mentales, en proporción a su padecimiento o malestar, en colaboración con otros organismos locales. Supera los modelos basados en la custodia en hospitales psiquiátricos o la atención por consultas externas en los hospitales.
Y un planteamiento de psiquiatría comunitario atiende lo que hemos llamado necesidad por delante de la demanda. Por ello la psiquiatría comunitaria suscribe el amplio acuerdo entre profesionales, directores y organismos de voluntarios sobre los grupos de pacientes prioritarios. Las personas con mayor discapacidad derivada del padecimiento de una enfermedad mental deberían tener mayor prioridad, y los servicios deben proporcionarse en relación con la necesidad. Será por tanto importante planificar y suministrar servicios especializados teniendo una visión clara sobre cómo poner en práctica esta política.
En ese contexto la integración de los sistemas sanitarios parte del principio 'lo que hay, para todos los pacientes'. Los profesionales se convierten en distribuidores directos de los servicios públicos, lo que, para una mayor eficacia, requiere integrar servicios, el soporte a estructuras sociosanitarias, la colaboración con Atención Primaria, el respaldo a programas municipales de integración social, la atención especializada en las prisiones, programas domiciliarios, el desarrollo de la teleasistencia psiquiátrica y de políticas activas de empleo para pacientes con discapacidad... No se debe olvidar el impulso a empresas sociales de inserción laboral y serán necesarios nuevos perfiles de trabajadores atendiendo a la eficacia de determinadas terapias. Ni las personas mayores ni las que padecen un trastorno mental merecen quedarse a la cola de las soluciones.
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