Deporte nacional

El tanto de la oficialidad se lo ha marcado el PNV en el último segundo y en la cara de Bildu. «Nosotros vamos a Madrid a traer mundiales de pelota, ¿estos a qué van?», podrá argumentar ahora Ortuzar en las campas de la patria. Mientras tanto, Pedro Sánchez aumenta su condición de mago adverbial, confirmando que no es no para conseguir el poder, pero que no tiende a ser sí cuando se trata de mantenerlo. Que lo de las selecciones vascas era imposible lo dejó claro el ministro Uribes. Hasta que se ha hecho posible gracias a una enmienda del PNV en la ley del deporte que contempla la oficialidad para federaciones con «arraigo histórico y social» o que funcionasen internacionalmente antes de que se fundase la federación española correspondiente. Esperen, ¿un equipo nacional aragonés de esquí? Ni idea, pero seguro que lo nuestro va todo por lo del arraigo histórico, al ser necesariamente vasca la pelota vasca y al ser el surf originario de Hawái, herrialde que en alguna negociación el PNV podría intentar añadir a los siete habituales y, reconozcámoslo, más aburridos.

El PNV interpreta lo logrado como un paso de gigante para las aspiraciones nacionales. Se quedan cortos: es media independencia. Piensen que la idea de una Euskadi contra España en un frontón internacional y con algún título en juego es demasiado poderosa, tiene algo de fin de trayecto, de proyecto cumplido, de utopía hecha realidad. Al fin y al cabo, el fondo de la cuestión es a estas alturas ese: ganar y agitar banderas. Ni se sabe a qué podríamos dedicarnos al día siguiente.

Con ese pesar suyo como de seguir siendo el chico de la Universidad Estatal de Moscú al que Ludmilla dejó por Ivan Drago, el portavoz del Kremlin Peskov se mostró ayer abierto a buscar soluciones. ¿Soluciones en plan dejar de matar ucranianos? No, soluciones de las de Macron, que consisten en sentar en una mesa a Putin, Biden, el Papa y el patriarca Kiril. Falta Zelenski. Peskov dice que les tiene vetados. Podría añadir que hay gente a la que le invades y no te lo perdona. Pero cabe suponer que Zelenski no tendría otra que sentarse si le obligan quienes sostienen su ejército. Lo que no hay que suponer es el modo en que Rusia entiende la diplomacia como la feria de la mentira pasivo-agresiva. Pero siempre merece la pena intentar parar una guerra. Vuelves a ver la composición de la mesa y es lo peor que te puedes encontrar en el mesero de una boda. Hay que sentar lejos a Kiril y a Francisco para que no lleguen a las manos.

Me gusta pensar en ese factótum de Ferraz repasando la lista para el aniversario de lo de 1982. Me lo imagino mirando la foto mítica del Palace: «Tenemos a Felipe, la rosa… Ok, esta todo». Ayer Alfonso Guerra dijo que no, que falta él, el de las gafas, el que le levanta el brazo a González. No le han invitado a la celebración de un triunfo electoral que fue en gran medida cosa suya. O sea, han querido dejar en la sombra al artífice en la sombra. Y por supuesto han conseguido que le enfoquen el doble de focos. Así de fino nos trabajan los estrategas.