Delirios y conjuras
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Sin rodeos ·
Las emociones de Miguel Bosé y Bunbury han sobrepasado su capacidad de raciocinioComo si no tuviéramos otros problemas sociales y económicos de los que preocuparnos, la semana ha vuelto a discurrir por los terrenos del delirio argumental y emocional o por los cauces de un revisionismo histórico tan prejuicioso como desinformado. Será porque lo mismo que un ... elevado coeficiente intelectual no siempre constituye la garantía cierta de un argumento razonable, tampoco el talento de un artista o de un creador anticipa una opinión cabal o sensata.
Digo esto último por la pretendida conjura de Bill Gates en torno a la vacuna del Covid-19, que han denunciado a golpe de tuit Miguel Bosé y Enrique Bunbury. Una denuncia telegráfica y muy endeble en lo argumental, que encima solo expresa el influjo excesivo de los instintos y prejuicios en sus propios autores. Y, ¿por qué un intelectual brillante o un artista de indudable talento puede llegar a decir tan palmaria estupidez? Pues seguramente, en el caso de Bosé y Bunbury, porque su inconsistente formación ha quedado supeditada a unas emociones que también sobrepasan su capacidad de raciocinio, lo cual no ha impedido que la fama y el ego de ambos sirvan de altavoz para que tan peregrina idea goce de una enorme repercusión.
Pero mucho más grave y prejuicioso ha sido el comentario transfóbico de J.K Rowlings, la genial creadora del mundo de Harry Potter, expresando en Twitter que las mujeres y los hombres transgénero no son en realidad hombres, ni tampoco mujeres. Una verdadera 'galopada' intelectual, sin duda, que no hace sino demostrarnos que hasta el literato más exitoso puede caer en la tentación de someter la inteligencia racional al desbarre emocional. Y si sucede con los artistas o con los escritores, entonces no puede extrañarnos que la furia del revisionismo reparador en EE UU haya dispensado esta semana a las esculturas de Cristóbal Colón el mismo tratamiento iconoclasta que a un general confederado y esclavista, aunque el almirante genovés nunca llegara a pisar suelo norteamericano. Ya se ve, en fin, que estos no son tiempos propicios para la inteligencia racional, sino más bien para que los impulsos emocionales secuestren el cerebro.
Museos
Curiosa la coincidencia de noticias referidas a los dos proyectos de Norman Foster, el de la ampliación del Bellas Artes en Bilbao y la rehabilitación del Salón de Reinos del Prado. El primero ya ha pasado por el Consejo Asesor de Planeamiento en el consistorio bilbaíno, mientras que el Consejo de Ministros también aprobó la ejecución de obras en el segundo. Miel sobre hojuelas en ambos casos, de no ser porque los plazos y la financiación de los proyectos precisan de mayor concreción. Mucho más en el caso del Salón de Reinos, cuya partida no está incluida en los Presupuestos del Estado. La ampliación del Bellas Artes tiene ya un presupuesto cercano a los 19 millones y un cierto compromiso institucional de financiación. Pero, ¿seguirá incólume en el marco económico que diseñe el plan de reconstrucción vasco? Veremos.
Música clásica
No hay duda de que las artes escénicas y la música clásica son las dos actividades culturales con mayores dificultades en el retorno a la normalidad. Lo digo por las condiciones de aforo que van a pesar sobre su oferta y demanda, pero también por las consecuencias económicas que ello va a producir. Por supuesto, los requerimientos de rentabilidad en las orquestas sinfónicas o en los teatros de titularidad pública son bien diferentes a los que afectan a las orquestas de cámara o a los festivales de música y ópera de titularidad privada. En lo público no importa reducir los aforos por debajo de lo exigible, programar conciertos con menor número de músicos en escena o incluso repetir funciones y representaciones. El presupuesto de las instituciones lo aguanta todo, cosa que no se puede permitir el universo privado de la música clásica y la ópera. Algo de esto está implícito en la carta abierta que han publicado en el Reino Unido dos prestigiosos directores, Sir Simon Rattle y Sir Mark Elder, donde abogan por una protección pública que ampare de forma uniforme a todos los músicos y orquestas.
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