Lo ocurrido ayer en el debate de la Ser no fue tanto el comienzo de la guerra como el triunfo de la estrategia. ¡Vamos a ver el lado bueno de las cosas! Hay por ahí profesionales que a veces sí se ganan el sueldo y ... cumplen sus objetivos siniestros. Llenarlo todo de tensión y basura, en este caso. Y por supuesto que todo es gravísimo, inaceptable, que se han cruzado líneas rojas (¡políticos amenazados en la democracia española!), pero ayer, entre acusaciones, drama y golpes de pecho, Podemos y Vox entraron en campaña. Bien por ellos. Les estaba costando. A Podemos se lo estaba merendando Más Madrid y Díaz Ayuso arrollaba con su aura inexplicable a Vox. Algo había que hacer. Así que Pablo Iglesias fue al debate a exigir condenas (luego exigiría respeto, quizá mañana exija llevar el pelo corto) y Rocío Monasterio fue a sacar a todo el mundo de quicio, algo para lo que sin duda tiene un don sobrenatural. Cuando se formó el lío y Pablo Iglesias abandonó el debate, fue difícil no recordarle diciéndole vicepresidencial a Espinosa de los Monteros que cerrase al salir en aquella otra ocasión famosa.

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Centrándonos en el resultado deportivo del debate, Podemos y Vox consiguieron puntuar, pero todavía ganó Ayuso en ausencia. Por el lado sentimental, a mí me parece que el perdedor fue el pobre Ángel Gabilondo, que ya es el candidato más desorientado de la historia y ayer terminó arrastrado por la pantomima y por sus asesores en lugar de hacer de viejo profesor ilustrado y dar un discurso allí mismo para que los adolescentes fanatizados entendiesen que la historia termina mandando los envíos que se le solicitan con insistencia.

Por lo demás, la política española ya ha completado el ciclo de superación del viejo bipartidismo y lo ha hecho de un modo inesperado: generando un bipartidismo nuevo, peor y más feroz. A un PSOE que sitúa con naturalidad entre sus aliados a Podemos, Esquerra y Bildu no le funcionará demasiado rato lo de escandalizarse porque el PP se contamine con el apoyo de Vox. Puede que usted advierta en estas líneas la equiparación vergonzosa entre el fascismo y el antifascismo, pero tampoco quiero presumir. Es solo la certeza de que la propaganda de guerra la fabrican siempre los peores canallas, a beneficio de inventario e instalados en lo más confortable de la retaguardia.

COVID-19

El veranito

El jueves el lehendakari le envió una carta a Pedro Sánchez. «Habiendo móviles y emoticonos guapos», pensará usted. Pero es que, sobre nuestras cabezas, en las altas esferas, las cosas importantes se hacen así. En la carta Urkullu le insiste a Sánchez en que prorrogue el estado de alarma. La petición bordea ya el clamor y puede estar originando en el Congreso algo muy original: la mayoría contra el Gobierno sustentada en los socios del Gobierno. Al lehendakari en cierto modo le asiste la evidencia: en el País vasco todo es alarma. Somos la comunidad con más incidencia de España. Y, entre otras cosas, el Gobierno vasco teme que la sociedad interprete el fin del estado de alarma como «una posibilidad de vida sin restricciones». Bueno, no sé por qué piensan eso. Ayer Reyes Maroto, ministra de Turismo, animó a ir planeando las vacaciones de verano. Playita al fin tras el estado de alarma. Sobre nuestras cabezas, en las altas esferas, al ciudadano se le dice una cosa y su contraria. Luego se le pide responsabilidad.

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FÚTBOL

Grada joven

De entre todas las explicaciones que Florentino Pérez dio sobre la frustrada Superliga, la mejor fue la que justificaba la deserción del resto de clubes porque muchos están presididos por personas mayores que pueden haberse asustado por el cariz de los acontecimientos. Es quizá la rabiosa juventud del presidente del Real Madrid lo que le ha hecho detectar que a los chavales ya no les gusta tanto el fútbol. Precisamente, atraer a los más jóvenes por el lado de la multiplicación del partidazo fue una de las razones que se esgrimió a favor de la Superliga. Confieso que me sonaba raro, pero parece que es cierto. Acostumbrados los estímulos frenéticos y las narrativas breves que funcionan en las redes sociales, a los chicos se les hacen tediosos los partidos de hora y media narrados por señores mayores que igual hasta dicen 'cancerbero' y 'zamarra'. Como es natural, al mundo del fútbol le preocupa mucho esta deriva. Antes los chavales se convertían en forofos de un modo natural. Y el problema social estaba en que no se aficionasen a la lectura. Miren, la noticia buena es que eso, lo de la lectura, no ha sido resuelto, pero sí superado. Nos centramos ahora en lo del fútbol.

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