No hay música importante sin una película que la inspire. Lo dijo Morricone en la ceremonia de los Oscar 2016, cuando el viejo maestro ganó a los 87 años su primera estatuilla por la banda sonora de 'Los odiosos ocho', la comedia negra de Tarantino. ... Fue un aserto preciso, humilde en cuanto a la subordinación de su trabajo creativo, pero también clarificador a la hora de entender la garantía que la calidad de su obra ha ofrecido a la mejor historia del cine contemporáneo. Porque Morricone ha sido en su extensa carrera el eslabón imprescindible en una larga tradición que va desde Hans Zimmer, Mark Steiner, Bernard Herrmann y Dimitri Tiomkin a Henry Mancini, Maurice Jarre, John Williams y muchos más, todos ellos maestros en la generación de respuestas emocionales ante el poder visual y narrativo del cine, en la creación de ritmos melódicos para las escenas o en la consideración final de ciertas obras como iconos memorables en muchas generaciones de espectadores.

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Estas tres funciones de la música en el cine fueron magistralmente entendidas por Morricone a lo largo de su carrera, al describir con simples pero sublimes aportaciones instrumentales la acción y los caracteres de las películas, al contar historias y crear atmósferas visuales con la música y, sobre todo, al suscitar emociones imperecederas que se asocian para siempre a la nostalgia del mejor cine. Por eso mismo, las películas de grandes directores con los que trabajó son igualmente suyas o, también, tan de la historia del cine como de una épica cinematográfica vinculada emocional y eternamente a la música que compuso Morricone.

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