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Los efectos del coronavirus surgido en China no son únicamente los centenares de muertos e infectados en ese país y algunos fuera del mismo, así como el confinamiento de millones de habitantes, ni tan siquiera las funestas consecuencias de la falta de información pronta y ... veraz en los países comunistas, sino que desbordan los límites sanitarios y de análisis ideológico y están influyendo en la economía mundial. Primero, por miedo a la infección; pero un factor importante también es la incertidumbre sobre la duración de la pandemia y la posible repetición en el futuro inmediato de algo similar en un mundo interdependiente. Todo ello conduce a reflexionar sobre su efecto en el PIB mundial, y las diversas formas de prevención posible y de actuaciones públicas ante acontecimientos de este tipo. Está actuando negativamente en el turismo en general; por la falta de productos y componentes industriales en sectores de la industria como la automovilística, tecnológica, textil; las exportaciones a China se han estancado; diversos eventos internacionales son cuestionados o directamente suspendidos, como el Mobile World Congress...
Entre otras reflexiones, podría comenzarse por recordar la fragilidad humana. También los riesgos que pueden turbar el curso de lo que consideramos la vida normal, que incluye tomar de forma rutinaria múltiples decisiones. Todo eso sucede porque es algo desconocido e imprevisto, como es la propagación, duración y extensión del proceso infeccioso y por la dependencia tan estrecha de diversas industrias de un solo país.
Siempre se ha advertido sobre el riesgo de poner todos los huevos en el mismo cesto. Una fábrica de componentes no puede crearse en semanas y, además, la incertidumbre lleva a que las existentes no se atrevan a contratar a más personal y/o comprar maquinaria. Esto puede ser más cierto en países como España, donde la burocratización y procedimientos largos y diversos según las autonomías no invitan a emprender ni arriesgar. Y es una preocupación para quien se pregunte si nuestros gobiernos tienen planes ante determinadas contingencias. Algunas previsibles -como controlar los vertederos e industrias peligrosas para que se cumpla estrictamente la normativa-, otras no tanto, pero una pandemia es más probable que ocurra en un mundo globalizado. Por eso es también fundamental que ciudadanos, empresas y gobiernos valoren e impulsen la investigación en todas las áreas. Más investigadores y menos ministerios y consejerías repletos de asesores.
En España, por centrarnos en lo local, vendría muy bien que los políticos se preocupasen en todo momento y de verdad del bienestar de los ciudadanos que les han entregado sus votos. Que trabajasen por el país con las distintas circunstancias de cada región. Esa es la práctica más saludable desde el punto de vista político y sanitario. Si ya circulaba la idea de que los políticos solo se preocupan de ellos, de sus sillones, sueldos, pensiones y privilegios, en los últimos meses se acepta socialmente que son mentirosos, aprovechados y que abusan de su poder en contra del bienestar de la mayoría constituida por las clases medias y bajas a las que oprimen con impuestos. Obtener una presidencia sobre la base de regalar lo que no es suyo y utilizar las instituciones pagadas por todos para mantenerse en el poder, vampirizando a la clase trabajadora/contribuyente que es la que realmente sostiene un país, degrada a la clase política y la democracia.
No mostrar después de las elecciones ningún pudor ante la evidencia continua del engaño perpetrado en propaganda electoral pone de relieve el desprecio a los ciudadanos y el menosprecio de la propia dignidad de tales políticos y de quienes les rodean agradecidos. Ese tipo de corrupción política y la incertidumbre sobre la seguridad jurídica y prosperidad de un país, por mucho potencial que tenga pero donde se percibe a los gobernantes preocupados solo de sí mismos, es fatal para la democracia.
Hay tanto por lo que trabajar... El despoblamiento rural, la provisión de infraestructuras necesarias en el siglo XXI. Esforzarse para que cada vez el riesgo de pobreza alcance a un menor número de personas. Colaborar entre países para que mejore la salud en aquellos con menos recursos. Analizar, pensar entre todos los modos posibles de mejorar las condiciones de vida de todos los grupos, jóvenes, inmigrantes, mediante la educación para la convivencia social y no para el odio y la división; y la formación para ser capaces de emprender o emplearse obteniendo así los medios de vida que les permitan vivir orgullosos de sí mismos. Para eso muchos tienen que dejar el pelo de la dehesa de los populismos, egoísmos patológicos y doctrinas nefastas que han llevado a la ruina a tantos países. Véase, y no solo, Venezuela.
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