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Ahora mismo hay una revolución en marcha: la feminista. Imparable. Y tengo la sensación de que muy pronto -o sea, ya- va a empezar otra: la ecologista. Necesaria. Estas dos cuestiones van a importar cada vez más y van a ser, a partir de ahora, ... imprescindibles en los discursos de todos los partidos. Confío en ello. El tema de la independencia de los nacionalismos europeos es otra cosa. Está ahí, claro, pero no parece tan importante. Prácticamente todas las grandes naciones europeas tienen sus pequeños nacionalismos más o menos latentes o calmados. A excepción, tal vez, de Escocia y Cataluña cuya presencia en los medios resulta bastante insistente desde hace años. De hecho, la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, acaba de solicitar hace unos días un nuevo referéndum de independencia para el año que viene. Y si se empeña, lo hará. Pero ahí están también, un poco a la expectativa, los ánimos soberanistas y las reivindicaciones pendientes de Padania, Flandes, Euskadi, Islas Feroe, Córcega, Baviera, etc. No sé, a mí me parece razonable pensar que tarde o temprano Cataluña lo conseguirá. Supongo que es inevitable. Es decir, supongo que es, sin más, cuestión de tiempo. Y también supongo que la independencia de unos animará o favorecerá la independencia de otros. Lo que quiero decir es que parece que esto va a ir a más de todas formas. Y que, mientras nos vamos haciendo a la idea, convendría ir pensando en el modo de hacerlo lo más razonablemente posible y, si no fuera mucho pedir, sin condenar, ridiculizar ni avergonzar a nadie. Algún día seremos mayoría los que pensamos que votar en un referéndum no es tan malo. Que en realidad es una buena herramienta democrática. Bastante clara, al menos. Y seguramente ese día está más cercano de lo que creemos.
Por otro lado, siempre me sorprende y entristece observar lo fácil que les resulta a los líderes políticos -sobre todo cuando cuentan con apoyo económico- levantar, agitar y sacar a la calle a las masas enarbolando una bandera. Prácticamente no tienen que decir nada. Solo dos o tres palabras clave y apelar a la magia de la bandera de turno. Con eso basta. El poder de las banderas me aterra. Y la gente que se envuelve en ellas, sea de manera retórica o literalmente, me da para atrás. Pero así funciona el ser humano. Nada más emocionante que la vibración colectiva, al parecer. Ahora bien, cuidado con el fuego. No jueguen con eso. La violencia prende fácilmente y lo arruina todo. En las imágenes se veía a los manifestantes grabando con sus móviles las cargas de los policías. Y supongo que los policías harían lo mismo. Conseguir mostrar la violencia desmedida del otro es hoy la mejor publicidad. Y es lo que se busca. A todas las causas les agradan los mártires. Yo creo que habría que evitarlos. Como sea.
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