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Todos los coches aparcados que había en mi calle deben de estar en alguna carretera nacional camino de esa anhelada Semana Santa que se nos negó durante dos años. La paz matutina es un regalo de los dioses a punto de crucificar y de las ... vírgenes abnegadas que fueron madres. Las liturgias, se veneren o no, tienen un tesoro escondido que todas las religiones han sabido explotar.
Suelo quedarme perpleja de la desolación y congoja que muestran los cofrades si no pueden sacar a su Virgen o al Cristo de turno porque llueve. Me sorprendí aún más cuando supe cómo era la tradición con respecto al vestido que lleva la imagen. Un día antes llega el vestidor, una persona venerada y respetada por los cofrades cuya misión es vestirla. Es el secreto de intimidad más grande que posee una cofradía. El hermano mayor establece las normas a la prensa: «Nada de fotografías hasta que esté completamente vestida. Las fotos se podrán hacer al final, cuando lleve el manto, el rostrillo y la corona puesta». En el interior del camarín solo están las camareras de la Virgen y su vestidor, una figura algo menospreciada, pero sobre todo oculta.
Desconozco si el proceder es igual en toda España, pero en Andalucía, y concretamente en Sevilla, las vírgenes que procesionan en la Semana Santa se definen como 'de candelero' porque de cintura al suelo son un entramado de maderas formando una especie de jaula cónica sobre la que se sostienen el busto, de madera y cuero, los brazos articulados y la cabeza. Las camareras la visten con una camisa larga, le ponen enaguas y una saya. También la peinan y hasta le hacen el moño sevillano. Luego vienen las mangas, el tocado y finalmente la corona. De su labor viene aquello que se decía de que las mujeres solteras se quedaban para vestir santos. En el proceso de cuidado, lavado, planchado y exhibición intervienen cientos de personas cuya misión cobra una importancia desmesurada y que no se ha extinguido con el paso de los años.
A la Macarena le han regalado prendas Juanita Reina o los modistos sevillanos Victorio y Lucchino. Rafael Urquízar, el modisto, confeccionó unas enaguas y para hacer los encajes se fijó en las mariquillas, unas flores de esmeraldas que le regaló el torero 'El Gallo' a su Virgen. Él encargó a los talleres franceses unos diseños de azucenas, metáfora de la indiscutible pureza. El vestuario de la Macarena es digno de ver, pero su ropa interior no la ven mas que las monjas y camareras que la visten. Las liturgias alcanzan a los novios de la muerte, a los presos liberados, a las promesas cumplidas, a las mantillas y a las saetas. La tradición es la memoria silenciosa de la vida.
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