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Proust lo dejó claro con su célebre magdalena: la comida tiene la capacidad de revivificar momentos. Creo que, al menos en esta parte del mundo, todos asociamos determinados sabores a determinadas personas. En su novela 'Vida y obra', Galder Reguera recuerda la sopa de pescado ... de su abuela y confiesa que a veces cultiva la nostalgia cocinándola. «Cada vez que la he hecho, me ha sabido al mismo tiempo exquisita y amarga, me ha reconfortado y dolido a partes iguales», explica. Entiendo lo que dice porque recordar a nuestros seres queridos es reconfortante, pero también certifica sus ausencias.
Estos días, los cementerios acogen desfiles de personas que van a poner flores a sus difuntos; es, por supuesto, una costumbre muy respetable, pero sé que también habrá quien en la intimidad de su cocina prepare pan frito, cordero asado o sopa con recetas familiares. La comida es una ouija.
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