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El asunto de Ferrovial me recuerda a esas rupturas, tan dolorosas, en las que una de las partes, tras haberlo dado todo, se ve, de pronto, abandonada. Ferrovial quiere irse y el Gobierno de España no quiere que se vaya. Por su parte, la oposición, ... siempre al quite, le pregunta al Gobierno si no debería haber ofrecido algo más a la empresa. Se me ocurre una oferta: los 40 millones de euros al año que se va a ahorrar al tributar en los Países Bajos, los 330 millones en pleitos fiscales pendientes que acumula la compañía y, ya puestos, un ramo de rosas.
Lo cierto es que va a ser muy difícil evitar que la empresa haga lo que le dé la gana. Yo ya he empezado a imaginarme a la ministra María Jesús Montero cantando, como Shakira, «los españoles no lloran, los españoles facturan (en España)». El despecho no vale para nada, pero se desahoga una.
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