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El pasado sábado tres mujeres se casaron consigo mismas en un céntrico hotel de Gijón. Una de las novias explicó que la boda, que no tiene validez legal, supone una manera de celebrar que se encuentra muy bien consigo misma. «Me reafirmo como persona que ... tiene amor propio y que me amo, me respeto y me cuido», dijo horas antes de la ceremonia, en la que prometió amarse todos los días y poner su felicidad «por encima de todo». Para la ocasión, contó con vestido especial, ramo, alianza, una 'wedding planner', pinchadiscos y un banquete alrededor de cual reunió a sus seres queridos. Aunque debo confesar que no engancho con este tipo de evento, defiendo que cada quien se celebre como quiera con su dinero; y ahora que hay menos comuniones, estas bodas pueden ser una nueva manera de dinamizar la econonomía local. De hecho, tengo la impresión de que, como sucede con la energía, el gasto en hostelería tampoco se crea ni se destruye, solo se transforma.
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