Un farmacéutico llamado Eugene Schieffelin, enamorado de la obra de William Shakespeare, decidió que todas las aves mencionadas en la obra del genio inglés -y menciona hasta sesenta especies- debían surcar el cielo estadounidense. Por ello, una mañana de 1890, Schieffelin liberó varios estorninos -aparecen ... en 'Enrique IV'- en el Central Park de Nueva York. El farmacéutico era, además, el presidente de la Sociedad Estadounidense de Aclimatación, que pretendía introducir en América del Norte la flora y la fauna europeas. Todo aquello fue una mala idea: los estorninos prosperaron tanto que generaron un desastre medioambiental; sin embargo, no deja de resultar poético pensar que si vemos un estornino en Estados Unidos se deba a Shakespeare. Para la mayoría de los escritores actuales, que nos conformamos con que algunas de nuestras líneas alcen el vuelo en una sociedad muy distinta de la del siglo XIX, resulta ésta también una historia imposible.

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