Suelo decir que, por incomparecencia física o mental, no acostumbro a asistir a los acontecimientos más relevantes de mi propia vida. Hace pocos días, de hecho, he tenido la amarga oportunidad de confirmar esa propensión. No comparecer hace que mis recuerdos sean imágenes laterales de ... mi biografía, como si al cámara que registra mis idas y venidas lo pillaran siempre mirando hacia otra parte. Además, creo que, al contrario del lema que defiende alguna cadena hotelera, no se puede invertir en generar recuerdos. Más que nada porque nadie sabe qué recordará dentro de un tiempo, y con lo absurda que resulta la vida, no cabe esperar un orden lógico en el recuento final. Yo, por tanto, no invertiría en la generación de recuerdos, sino en intentar ser feliz en el presente, sin esperar que el momento adquiera trascendencia. Es lo único que hay porque el futuro es incierto, pero el pasado es imprevisible.
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