Nos llegan desde Estados Unidos las fiestas de lectura, que han conseguido reunir en Nueva York a 2.000 personas para, atención, leer juntas. La mecánica parece sencilla: los participantes leen en silencio, y después entablan conversación con algún desconocido para hablar de lo que ... han leído. La fiesta, en formatos similares, se ha extendido por el mundo y también ha empezado a celebrarse en España. A diferencia de los ya asentados clubes de lectura, en estas otras reuniones cada quien lee lo que quiere. Se trata de sacar la lectura de su tradicional entorno solitario y trasladarla a un espacio social.
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Me parece muy bien todo, pero yo disfruto de la lectura en un entorno solitario, precisamente. Leer, además, desde siempre ha servido para mirar a los ojos de otras personas, para conocer la naturaleza humana, para entender mejor a la gente; sin embargo, para eso nunca ha hecho falta cerrar un libro y ponerse a hablar con desconocidos, bastaba con mantenerlo abierto.
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