Con el nuevo cambio de hora, hemos asistido, una vez más, a que de pronto quede algo de claridad a las nueve de la noche. ... Miramos estos días hacia la última y tardía franja de luz que resiste, entre las montañas y el cielo, y por ese resquicio proyectamos imágenes de un verano que ya asoma: puestas de sol en la playa, paseos junto al río, tardes de terraza, camisetas de tirantes, chanclas. Mirar hacia ese resquicio de luz es formular una promesa en silencio. Hay algo hermoso en esa suspensión. Después vendrán el calor excesivo, los mosquitos, los atascos en la carretera, las medusas. Después. Ahora, miramos al futuro a través de un resquicio de luz en el atardecer y, de alguna manera, volvemos al pasado, a los días largos y perfectos, a las campas de margaritas, a un sol que parecía bendecirnos a todos. Puede que lo más hermoso del verano suceda a finales de marzo y principios de abril, cuando miramos al cielo como lo miran los niños.
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El Diario Montañés
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