Se estrena una serie sobre el itinerario profesional y las vicisitudes de la vida de Andrés Pajares. Conocí a Pajares en 1998, en mi época de guionista. De las numerosas series para las que escribí guiones, algunas fueron malas y otras pésimas. Entre estas últimas ... estaba 'Tío Willy', la que me relacionó con Pajares por protagonizarla. La producía el despótico Valerio Lazarov y su novedad residía en ser la primera serie de televisión en España protagonizada por un personaje homosexual (quedó cursi y relamida). Mi sentido del humor no gustaba al antipático rumano; me dio puerta pronto y se negó a pagarme el último guion (un millón de pesetas de entonces). Quizá influyera que su lacayuno lugarteniente le informó de mi protesta por cláusulas leoninas del contrato.

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No he olvidado la reunión con Andrés Pajares. Para disimular la decadencia de su carrera, Lazarov tenía la sede de su productora en el piso 43 de la imponente Torre Picasso, con la planta entera alquilada. Pajares quería conocernos a los guionistas y allí fuimos convocados. El lacayo precedió a Lazarov, nos prohibió fumar y retiró los ceniceros de la gran mesa, ya que don Valerio no soportaba el humo. Por fin aparecieron Pajares, acompañado de su andrógino secretario, y Lazarov. Pajares debió de verme cara de fumador y me pidió un cigarrillo. Se lo di, y fuego. Lazarov, hierático, se sentaba al lado de Pajares, que dio una profunda calada y le echó el humo a la cara. El viejo vampiro lo recibió imperturbable, como si fuera brisa del mar. Después, Pajares colocó ante sí una fila de pastillas diferentes, nos dijo que tenía que ir tomándolas y creo que explicó para qué era cada una. Cuando me pidió el segundo cigarrillo, don Valerio se largó y nos dejó a merced del cómico. La reunión estuvo a la altura de su comienzo: fue delirante. Por momentos creí que había una cámara oculta y que era una broma. Pajares nos explicó cómo veía su personaje con una aceleración de caballo dopado para el Derby de Kentucky. Y nos dio ideas para secuencias; mejor dicho, se puso de pie y las representó mientras repetía con frecuencia: «¡Tomad nota!, ¡tomad nota!». La hilera de pastillas fue desapareciendo de la mesa a lo largo de la reunión, que duró cinco horas.

Andrés Pajares ha sido muy buen actor. Prefiero evocarlo en sus excelentes interpretaciones de '¡Ay, Carmela!' o 'Bwana' que en bodrios de enorme éxito comercial como 'Los bingueros', que hizo junto a Fernando Esteso, dirigidos por Mariano Ozores. Cine este último que hay quien reivindica como apreciable comedia popular y que a mí no me produce más que sonrojo.

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