En su forma más modesta y más básica, la inteligencia consiste en no decir todo lo que se te pasa por la cabeza. En tener presente este principio reside eso que llamamos sentido común. Es una regla que vale para todos, incluidos los genios, pero ... especialmente para quienes más lejos están de serlo, o sea, para aquellos a los que el azar genético o la arbitraria lotería de la vida no les han dotado de una gran rapidez mental y deben ser conscientes de que «lo que se les pasa por la cabeza» no suele ser precisamente oro en paño. Digo esto a propósito de las famosas y lacerantes declaraciones de la ministra Maroto exhortando a convertir la tragedia volcánica de La Palma en «un reclamo de aquellos turistas que quieren ver este espectáculo tan maravilloso de la Naturaleza». Ya sé que hay quienes consideran el tema agotado porque ha pasado una semana desde la ocurrencia -los mismos que aún no ven agotado el tema de la Guerra Civil-, pero uno piensa que un alarde semejante de sensibilidad estética frente a la desgracia es algo más que un desafortunado desliz verbal.

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Más allá de lo que esas palabras tienen de perlas para una antología del absurdo, estamos ante una reacción frente al sufrimiento de los otros que sólo puede ser interpretada como reflejo de un desarreglo profundo en la propia percepción de la realidad. Algo así merece una atención que no se puede quedar en un zasca, un fake o un meme. Merece, en fin, una reflexión que necesariamente empieza por recordar que hablamos de un Gobierno que ha convertido en lema publicitario y en artículo de venta del mercado político la sensibilidad social extendida a los animales y a las plantas.

Oigo una tertulia radiofónica en la que los participantes coinciden, con una indulgencia unánime que quiere pasar por sensatez, en que la ministra de Turismo se ha equivocado en los tiempos y en que ha hecho una observación que sería pertinente para más adelante, «cuando ya haya pasado el drama humano». Me pregunto intrigado de qué tiempo hablan. ¿De treinta años? ¿Se ha adelantado Reyes Maroto a la agenda de 2050 como su jefe? ¿Saben cuánto tarda una simple tonelada de lava en apagarse? ¿No saben que el tiempo geológico es «un poco» más largo que el nuestro? ¿Saben que la erupción que se inició en el volcán de Timanfaya en 1730 duró seis años interrumpidamente?

Del volcán de La Palma, esos mismos tertulianos pasan al homenaje al etarra Parot para coincidir todos de nuevo en que es muy difícil poner límites a la libertad de expresión desde la perspectiva de la sensibilidad democrática. ¡Otra vez la sensibilidad! Recuerdo que ésa era la carta que jugaba el gran actor Jacques Villeret en 'La cena de los idiotas'.

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