Resultaba un poco desangelada la imagen de los Reyes y sus hijas en el balcón del Palacio de Oriente. Esa sobriedad que obedece a un exceso de prudencia, a no querer meter la pata, al deseo de ejemplaridad, hacía que los Borbones parecieran Austrias. Solo ... les faltaba ir de negro. Luego la ceremonia se pareció a cualquiera de imposición de honores o galardones. Y el besamanos, rutinario. Menos mal que llegó el comedor de gala y la sorpresa que dieron la Princesa de Asturias y la infanta Sofía con su brindis espontáneo. «Papá, mamá, Majestades, perdón por colarnos». Y leyeron al alimón en un teléfono móvil su agradecimiento por haberles enseñado lo que significa el compromiso que los cuatro tienen con los españoles. Y ante tanta austeridad, la cara emocionada del Rey constitucional, ejemplar y sensato. Ayer leímos en los periódicos que los jóvenes españoles son los más cercanos afectivamente a sus padres de toda la UE. «Papá, mamá, gracias».

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