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jose ibarrola
Regresiones

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Llevamos en la mente una irracionalidad congénita, una atracción por los abismos

Sábado, 23 de abril 2022, 00:06

Las epidemias nos sonaban a cosa medieval, pero nos sobrevino una pandemia que nos trasladó en un abrir y cerrar de ojos no solo a un ámbito de incertidumbre y de angustia, de extrañeza y de estupor, sino también al territorio de la pura irrealidad, ... hasta el punto de vernos cautivos en nuestra casa, temerosos de un mal invisible que nos asediaba como un arma química de expansión aérea. Pensábamos que las erupciones volcánicas eran algo que pasaba en algunas películas catastrofistas y en algunos países exóticos, pero durante unos meses seguimos en tiempo real el ritmo del fluir de la lava en la isla de La Palma, sobrecogidos por la grandiosidad aterradora de una fuerza destructiva ante la que la acción humana quedaba limitada al papel de espectador, a la espera del aplacamiento espontáneo de aquella voracidad pavorosa que nos brindaba diariamente, en los informativos, un espectáculo propio de la pesadilla. Creíamos que la Segunda Guerra Mundial sería la última, pero estamos hoy con el alma en vilo ante la posibilidad de una tercera, que podría detonarse por la voluntad del delirante autócrata ruso y por una sencilla y desventurada conjunción de azares imprevistos. Creíamos también que los autócratas delirantes eran una lacra propia de los países subdesarrollados, pero ahí tenemos de vecino a un gobernante que se comporta como un capo del narcotráfico y que se permite amenazar al mundo con una guerra nuclear, mientras destruye un país con estrategias que tienen menos de militares que de homicidas.

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