![Realidad sumergida](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202105/26/media/cortadas/maizkurrena26-kWAD-U140489594863I5B-1248x770@El%20Correo.jpg)
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En Santa Coloma de Gramenet hay un dinosaurio. Esto ahora lo sabemos todos, pero hace cuatro días solo lo sabían los vecinos de Santa Coloma. El tal dinosaurio tiene un remoto parecido con la ballena que se tragó a Jonás. Está hueco al modo de ... las cosas inertes, y sin duda fabricado con algún derivado del petróleo, o sea, plástico del bueno, pero en su panza se guarecen los desamparados de la noche, realidad conocida por pocos hasta hace poco que representa las condiciones de vida y muerte de los muchos habitantes de la intemperie.
El último inquilino del dinosaurio ha sido un cadáver anónimamente famoso por ofrecer esta noticia de su descubrimiento donde se combinan lo macabro y lo estrambótico. Inesperadamente, el cadáver no lo ha proporcionado una persona sin hogar. Entonces ¿qué hacía allí y cómo llegó a ser un cadáver dentro de un dinosaurio? Semejantes combinaciones inusuales de ingredientes atraen mucho la imaginación pero se dispersan en la sombra de lo anecdótico irrelevante. Nada es irrelevante. Cada mota de realidad está conectada con el mundo por cadenas de causalidad y de metamorfosis mágicas, aunque para acceder a estas últimas normalmente hay que recurrir a unos microgramos de LSD.
El dinosaurio de Santa Coloma de Gramenet ha hecho aflorar un fragmento de realidad sumergida, vasto universo de cosas enterradas en las aguas del olvido, las tinieblas de lo inescrutable y el hechizo de invisibilidad que envuelve a las manifestaciones más incómodas de la complejidad social y las maquinarias burocráticas. La economía sumergida es un distrito perfectamente identificable de estos anchos territorios, distrito que aumenta cuando al contribuyente se le exigen trámites que, por una razón u otra, no puede cumplir. La memoria misma es un mundo sumergido del que van emergiendo naufragios atraídos por la luz de lo real. Y la geografía de la realidad abunda en espacios que tienden a desaparecer o permanecer en la sombra aunque hagan todo lo posible por dejarse ver (irremediablemente la mirada de quienes podrían poner remedio se desvía).
Esto pasa mucho en los lugares donde se asienta la injusticia, a veces en su forma descarnada de miseria, o como marginación en distintos grados, y a veces en otras formas más sutilmente dañinas. Las chabolas de Ney, en París, son asombrosas e invisibles. La Cañada Real aparece y desaparece de los noticiarios como una luz intermitente. Pero en la vida de las poblaciones apacibles hay a veces errores y males enquistados que amargan la vida a sus habitantes. Por ejemplo, en el barrio de Larrabizker de Mungia algo pasa, y no es nada bueno. Si no, sus vecinos no se quejarían año tras año. La panza de los dinosaurios es enorme y oscura.
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