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El otro día me tocó un viaje largo en coche. Y aproveché para derramar la mirada por la ventana. Imaginar las historias que esconde cada pueblo perdido, cada edificio abandonado. Y en esas, pasamos por una urbanización en medio de la nada, que rodeaba una ... empresa. Se trataba de un complejo de viviendas para trabajadores. Y pensé en lo poco que pega ya eso. Antes se estilaba eso de construir viviendas alrededor de un trabajo. Ahora, se construyen alrededor de un campo de golf.
Supongo que ya no es normal asociar tu vida a un trabajo. Y supongo, también, que eso no es malo… ni necesariamente bueno. Es bueno no querer sacrificar tu felicidad a corto plazo por una estabilidad de futuro ya que, si no encontramos la felicidad en nuestro día a día, no la encontraremos nunca. Pero es que hoy alguien te dice que se va de un trabajo porque busca otra cosa y cuando le preguntas el qué, te dice: «No lo sé, algo distinto». Mmmm. Eso parece responder más a un instinto o impulso que a un razonamiento. Hay que tener madurez suficiente para poder decidir qué se quiere en esta vida.
Es bueno tener inquietudes. E 'inquietud' es, etimológicamente, no estar quieto. Pero también es bueno ser capaz de someter nuestros impulsos o apetencias a la meta que queramos alcanzar. La inquietud sana es la que nos hace valorar si estamos donde debemos en cada momento. Ya sé que la felicidad está en el camino y no en la meta. Pero el único camino que nos hará felices será el que queremos seguir, no aquel en el que estemos cómodos a cada paso. Y para eso a veces hay que dejar de pensar si se tiene lo que se quiere… y aprender a querer lo que se tiene.
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