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Como periodista, llevo la curiosidad en el bolsillo dispuesta a dar con un abrevadero donde saciar la sed de noticias. Como escritora levanto acta de las emociones que lo cotidiano no puede contar, y como opinadora me doy de bruces con esa realidad subterránea que ... emerge como un cadáver. Cuando comenzó este año los altavoces mediáticos nos dijeron que nuestra fabulosa relación con Argelia nos colocaba en una situación envidiable; éramos una isla energética. Nuestros proveedores eran Estados Unidos, Argelia, Nigeria y en cuarto lugar Rusia. Luego estalló la guerra, y sin que supiéramos ni cómo, ni dónde, ni por qué, le dimos una bofetada sin mano con una cartita a nuestro amigo argelino y aquí paz y después gloria. Bruselas convocó a sus socios al rechazo moral y económico de Putin y todos los países se mostraron solidarios. O eso parecía.

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