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Si el plan Illa diseñado en Moncloa por el jefe de gabinete de Sánchez, Iván Redondo, estaba bien proyectado, no parece lógico que se pinche como un globo en veinticuatro horas. Alcanzado el primer objetivo del plan, el triunfo del candidato, es presumible que los ... fontaneros de la estrategia de lo que se ha llamado durante la campaña «el reencuentro» tengan pensado un plan B. Que los independentistas apostarían de entrada por formar de nuevo Gobierno de la Generalitat era absolutamente previsible. Para neutralizarlo o para superarlo había que llegar a un acuerdo con otras fuerzas. La lógica indica que deberían ser ERC y los Comunes los acompañantes, incluso dejando a los independentistas la presidencia.
Moncloa recordó durante la campaña de forma insistente a los periodistas cercanos el episodio de Txiki Benegas en 1986 'cediendo' la presidencia del Gobierno vasco al PNV pese a que los socialistas habían ganado las elecciones. No hace falta ser un lince para deducir que Sánchez estaba dispuesto a sacrificar a Illa en la operación. Pero una estrategia de ese calibre no se lanza sin cruzar mucha cocina con el resto de partidos, especialmente con los de Junqueras. Hasta el punto de que no es arriesgado pensar que a través de intermediarios ese Gobierno tripartito o transversal estuviera ya pactado de forma tácita. La experiencia de Inés Arrimadas de 2017 tirando por la borda un formidable éxito en las urnas debió servir a los fontaneros del 'efecto Illa' para adelantarse a ese escenario.
Sería absurdo volver a caer en el mismo error y no tener un plan B para sortearlo. Por lo que cabe pensar que las maquinaciones de Iván Redondo no han terminado aquí; que hay un plan oculto que todavía no se ha puesto en escena. Al final de la campaña, Redondo se sacó de la manga la equiparación de la 'foto de Colón' de «las tres derechas» con la otra foto del pacto anti-PSC de los independentistas. Podía esperar que de la misma manera que en unos meses Sánchez logró meter cizaña y dinamitar un eventual frente PP-Cs-Vox, podía hacer lo mismo con el eje ERC-Junts-CUP. Además cuenta con la baza de los indultos y ha aceptado sentarse a la mesa de la amnistía y la autodeterminación. No es fácil que Sánchez mantenga esos compromisos si a su candidato no le dejan ni presentarse a la investidura. Así que el plan oculto aparecerá más pronto que tarde. La retórica socialista del reencuentro sin revanchas, pasar página, cambio, década perdida, no ajustar cuentas con nadie tiene que tener un soporte político ya diseñado. Lo contrario sería facilitar que los independentistas se dejen llevar por la inercia de sus propias promesas autocumplidas y se empeñen en volver a hacerlo.
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