Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
El título lleva mensaje subliminal. Y es que ayer tuvimos un partido de pádel en el despacho. Algo para hacer equipo, dijeron. Algo simpático, dijeron. Y un huevo. Allí vi miradas torvas, competencia feroz y bolas tiradas a muy mala leche.
Ahora en serio, ayer ... recordé el privilegio de estar rodeado de buenos compañeros. Tenemos un trabajo exigente. Lleno de valles. De lágrimas. Pero con buena compañía también puedes tener el privilegio de que no pase ningún día de tu vida sin haber reído. Y eso es impagable.
A nivel profesional, hay que rodearse de gente buena. Pero qué importante es también rodearse de buena gente. No somos una empresa con máquinas, transportes o bienes fungibles. Estamos hechos de personas. Y por eso quizá la generosidad tenga tanto sentido en sitios así. Porque ya sé que no mola pasar momentos profesionales duros. Pero es en los malos momentos en los que, si te quieren… más querido te sientes. Es ahí cuando te ves fuerte porque tu fuerza radica en la de otros. Y supongo que eso es la generosidad.
No soy ingenuo. Uno no tiene por qué atarse a un trabajo si quiere escoger otra vida. Solo sé que merece la pena darlo todo mientras estás en el barco para poder darte la vuelta en mitad del camino y verificar dos cosas. Primero, que has sido fiel a ti mismo; y segundo, que has intentado hacer para los demás la vida un poco más agradable. Y que si algún día no estuviste a la altura, pediste perdón por ello.
De eso va el trabajo. Y la vida. De tratar de hacerlo bien, hoy, ahora. De no esperar a sueños futuros, a ojalás místicos. Porque si no somos capaces de realizarnos con lo cotidiano, no nos realizaremos nunca.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.