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Desde hace tres años tengo, con escasas variaciones, los mismos queridos alumnos en un llamado taller de escritura creativa. Me resulta pretenciosa la denominación de ... creativa. Me sorprende cuando en los créditos de una serie española en vez de «idea original de» o «una serie original de» pone «creada por». Y me pasma cuando le he oído a algún colega decir «voy a crear» o «estoy creando», como si fuera Dios omnipotente en la oscuridad previa al mundo o a media obra de alumbrado. No sé si en tres cursos les he enseñado a mis alumnos algo de fuste, pero al menos sí han hecho suyo, y se ha incorporado a modo de código privado de la clase, el principio de 'oreja en la carretera'. Lo digo cuando, ante una construcción sintáctica enrevesada o poco feliz, les recomiendo cambiarla por otra nueva en vez de reformarla con dificultad y precario apuntalamiento.
El código se basa en este chiste de humor negro. La Guardia Civil levanta atestado de un espantoso accidente de tráfico con miembros de las víctimas desperdigados por la zona. El sargento dicta: «Brazo en la rama de un árbol… Pierna en el prado… Oreja en el arcén…» El número que toma nota pregunta: «Mi sargento, ¿arcén es con hache o sin hache?». El sargento duda, le pega una patada a la oreja y dice: «Oreja en la carretera».
La oreja suelta del chiste me trae a la memoria la que se halla entre la hierba crecida, medio putrefacta y cubierta de hormigas, en la morbosa película de David Lynch 'Terciopelo azul'. También la que se corta a sí mismo con la hoz, a modo de muda declaración de protesta y resistencia, el impasible campesino de ojos muy azules de 'Novecento'. Y desde luego la que le corta Michael Madsen con una navaja de afeitar al policía que tortura mientras baila como un oso juguetón una canción de la radio (después desinfecta la herida con la gasolina que va a usar para quemarlo vivo), en 'Reservoir Dogs', la deslumbrante primera película de Tarantino.
Ojalá en la vida se pudieran resolver problemas, atajar conflictos, modificar situaciones o cambiar de dirección el curso de algo que abruma con la brusca sencillez con que lo hace el sargento del chiste o con escribir una nueva frase de otra manera más sencilla y mejor que la anterior. Sin embargo, las orejas suelen estar bien ancladas en las cabezas, lo único que hacen es crecer con los años, como la intransigencia, y las dificultades y quienes las producen no suelen dejarse patear. Lo más que se puede hacer, como en otro chiste memorable, el del torpe hijo del peluquero, es pisarla para que no la vean y sea peor después de que te la han cortado.
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