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Entendí las críticas cuando salió la expresión 'nueva normalidad'. Las primeras vinieron, en este país que todo lo politiza, porque pensamos que era una expresión autóctona de nuestro Gobierno. Esto hizo que se pusieran en contra de ellos los que no les aplauden, como se ... habrían puesto en contra los otros si la propuesta hubiera pillado en el Gobierno a los del otro lado. Después se supo que la expresión se estaba usando en todo el mundo. Es, al parecer, un término generado en el mundo de las finanzas para explicar cómo sería ese mundo, el financiero, cuando saliese de la crisis de 2008; anunciaba la muerte o, cuando menos, la transformación de los míticos tiburones de Wall Street, la calle, la película, en un nuevo tipo de empresas y en nuevas maneras de relacionarse con los clientes. Anunciaba la invasión de Internet en el modo de vida que mueve el mundo, el económico.
En 2012 el Gobierno chino rescató la expresión para, de nuevo, volver a explicar un concepto económico. Era un nuevo paso en el llamado 'red capitalism', el plan lento pero seguro para adaptar sus ideas a un mundo tenazmente capitalista sin, al parecer, caer en contradicciones con sus ideas. Al final del confinamiento (miedo tengo de escribir 'primer confinamiento' por si resulta agorero), escuché argumentos de todo tipo en contra de esa expresión. Estaban los puramente lingüísticos («si algo es nuevo no puede ser normal») y los conspiranoicos («pretenden que nos acostumbremos a cómo quieren que seamos».
Como suele pasar con casi todos los debates, no son arrasados por una opinión más poderosa, sino por la tozuda realidad que es la única, tristemente, que reparte y quita razones sin derecho a reclamación. Nuestra normalidad, en el momento en que escribo estas líneas, ya es salir a la calle protegidos y protegiendo con una mascarilla, ya es evitarnos por las calles estrechas y cruzar si la acera nos va a obligar a acercarnos demasiado al transeúnte que viene de frente, ya es sentirnos más incómodos si en un sitio público vemos una nariz que si viéramos un culo.
Nuestra Navidad de este año apunta -hablo de gente consciente, claro- a cenas selectivas, fiestas encogidas con personas escogidas, felicitaciones por Skype, compras huyendo de los sitios con demasiada luz cual vampiros y un cierto recelo a mantener la tesis de que tres señores desconocidos van a recorrer en una noche las casas de la gente entrando en ellas con impunidad y sin PCR. Yo no sé a ustedes, a mí me suena mucho a una 'nueva normalidad', la esencia seguiremos siendo los humanos y yo les deseo que, a pesar de ello, les resulten entrañables. Feliz nornavidad a todos.
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