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Juego en el suelo con mi muñeco de Batman. De pronto, dice mi padre: «¡Dmytro, cariño, vamos de excursión! Coge lo imprescindible y mételo en tu mochila». Soy niño. No tonto.
-¿Es por las bombas? Sergey y sus padres se han ido por las ... bombas.
-No te preocupes, cariño -dice antes de desaparecer.
Yo solo me preocupo cuando veo a mis padres preocupados. Los niños estamos atentos a lo que hacen los padres, no necesariamente a lo que dicen. Busco en mi armario qué puedo llevarme. Creo que el muñeco de Batman, el tirachinas -son tiempos difíciles- y el balón serán suficientes. Ahora viene mi madre y me sonríe (de mentiras). Ha hecho la maleta de mi hermana pequeña, Inna, y ahora viene a examinar la mía.
-No, cariño… -dice con dulzura-. Mejor llevar cosas como un pijama, ropa de abrigo… Para la excursión, ¿entiendes?
La miro con los ojos bien abiertos. Como miramos los niños.
-Pero… Batman…
«Venga, Batman, sí», musita. Debe estar realmente preocupada, porque normalmente la convenzo a la segunda. Media hora después, corremos por la calle. Veo alambradas y el puente del río está volado. Tenemos que cruzarlo por abajo sobre unos maderos que hay en el agua. Ayudo a mi hermana. Mis padres miran hacia todos lados, inquietos. Vemos un coche, rojo, feo. «Es un amigo. Salimos de Kiev», me dice mi padre. Nos montamos en el coche con las mochilas. Mi padre nos mira desde fuera. «¿Vamos a volver?»,le pregunto. El aprieta los ojos y cierra la puerta. ¡Se queda fuera! El coche arranca. No me creo que mi padre se quede allí. No me lo creo. Mi madre sonríe. «Todo saldrá bien», miente. Yo la sonrío también de mentiras. Inna llora.
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