Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada por la avería de un camión

Han pasado veinte años desde el atentado del 11 de septiembre de Nueva York, un hito en la Historia del Mal. Y desde entonces los gobiernos de Estados Unidos, sus servicios secretos y otras instancias han mantenido viva la obsesión, la misión, el objetivo: matar ... a Al Qaeda. Pero ¿cómo dar muerte a una hidra? ¿Cuántas cabezas hay que cortarle? ¿No es cierto que cada vez que se corta una nace otra nueva? Sí, pero nada de eso desactivará el deseo, la voluntad, el trabajo y la determinación. A la hidra se la mata y se la matará aunque se renueve, aunque resucite. Se la golpeará una y otra vez. Debajo de estas tareas de justicia y venganza subyacen los impulsos elementales de la especie y los sofisticados intereses del poder.

Publicidad

El mecanismo que ha determinado la muerte de Ayman al-Zawahiri se puso en marcha el mismo día en que los aviones secuestrados chocaron como misiles contra las Torres Gemelas. Mientras los peones suicidas ejecutaban la acción, los autores intelectuales del crimen (Al-Zawahiri ocupaba un lugar de honor junto a Osama Bin Laden) lo celebraban a miles de kilómetros de distancia. Después, no se ofrecieron en sacrificio para dar ejemplo a sus seguidores: se escondieron cuidadosamente para que no los atraparan. El Estado norteamericano y sus largos brazos de inteligencia y tecnología, de espionaje y ejecución (en los dos sentidos de la palabra), han rastreado sin parar y han marcado las dianas y han golpeado. Se trata de eso: de que el enemigo sepa que se tomarán todo el tiempo del mundo. Nadie está a salvo. No hay refugio que veinte años dure ni noche lo bastante oscura para cubrir los pasos de los fugitivos.

Golpes como este sirven múltiples propósitos y tienen la ventaja de que en Occidente poca gente lamenta que se liquide a un asesino. Otra cosa era cuando la CIA liquidaba democracias en América Latina. Biden puede presentar la acción como un triunfo de su mandato, una prueba de que su carácter es más resolutivo de lo que sus adversarios quieren hacer ver y una demostración de que la retirada de Afganistán no significa la renuncia a la lucha contra el terrorismo. De hecho, su Administración habla hace tiempo de conducirla de forma remota, o «sobre el horizonte», como dicen en inglés. Nuestras tropas no están en Afganistán, pero estamos en todas partes, nos dice el amigo americano, ese amigo al que se ama y se teme como aman y, sobre todo, temen a Sonny LoSpechio en la película 'Una historia del Bronx'. El lugar donde la presa ha sido cazada siempre es importante y es revelador. ¿Qué hacía Al-Zawahiri en Afganistán? Todos lo sabemos. Habrá que trabajar mucho «sobre el horizonte» para compensar la caída de un país en manos de los talibanes; es decir, de Al Qaeda.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad