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El gesto duró unos tres segundos, no más. Lo que tardó la corredora paralímpica Elena Congost en reaccionar y agarrar a su compañero en la carrera, su guía Mía Carol, para que no se cayera a diez metros de la línea de meta. La atleta ... de maratón con discapacidad visual terminaba la prueba a más de dos minutos de ventaja de la siguiente corredora, la japonesa Misato Michishita, pero soltó la cuerda que la unía a su guía sin pensar en las consecuencias de incumplir esta norma que lo prohíbe. Me han descalificado por ser persona, decía. El resultado de su gesto improvisado fue fulminante: le retiraron la medalla, pero no porque el juez de la prueba la descalificara nada más llegar, sino porque el equipo de la japonesa así lo reclamó, mostrando vídeos para lograr en los despachos lo que no pudo ganar en los Campos Elíseos de París.
Más allá del debate que pone sobre las cuerdas la rigidez de algunas normas deportivas, este episodio evidencia la velocidad a la que surge nuestra verdadera identidad en esos instantes en los que no puedes pensar, sino simplemente ser, como le pasó a la atleta española. Me pregunto qué habría hecho la japonesa si su guía tropezara, o qué haríamos cualquiera de nosotros. ¿Qué hacen, por ejemplo, ante un acto violento en plena calle, miran a otro lado o intervienen? ¿Cómo actúan en el coche ante una imprudencia, son rápidos para tocar el claxon y soltar insultos, o mantienen la calma? En ese lapso, la corredora Elena Congost fue humana en vez de atleta y antepuso ayudar a cumplir las normas, pero la japonesa tuvo tiempo para pensar lo que hacía: reclamar para hacerse con el bronce y, de paso, con el laurel económico que conlleva.
¿Cuánto tardas en ser tú mismo, cuánto tardas en disimular, en poner cara de esto no va conmigo o la contraria, la cara de trágate esto porque es bueno para ti? Me lo pregunto viendo a Donald Trump en la tele, ¿cuánto tarda en tragarse su propia inclemencia para decir que los inmigrantes se comen a los perros y gatos de los estadounidenses, cuánto tarda en poner esa cara del que ha de creerse lo que dice, porque de lo que se come se cría? La reacción para desmontar la barrabasada del republicano fue rápida y fugaz, como todas las reacciones de hoy en día; el problema está en nuestra lentitud a la hora de desmontar las otras falsedades, las sutiles, las que se elaboran con tiempo y cumpliendo las reglas para acabar ganando votos aunque sea a costa de cargarse la convivencia. Me pregunto qué cara tendrá la japonesa tras cargarse el espíritu olímpico, si tendrá un gato al que acariciar la cabeza que le ayude a dormir.
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