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En la cola virtual, la cuestión es sencilla: solo hay que quedarse con los auriculares colgando del cuello como una correa de perro y estar atento al estímulo sonoro para reaccionar. La música de fondo suele ser una versión triturada de Vivaldi o de Eric ... Satie, tan dulce que acaba empalagando a la segunda vuelta del disco mientras esperas a que una de las líneas se libere porque todos los operadores están ocupados. Y ahí estás, atado a un intangible, a uno más, mientras afuera, la Navidad convoca sus urgentes trámites que puedes resolver así, esperando en la nube.
La espera tradicional nos convierte en seres que esperan, es decir, seres cuyo comportamiento es fruto de la ansiedad animal de tener los pies y el cuerpo en un lugar que nos succiona, mientras el mundo avanza sin nosotros. Fíjense en la próxima cola física que tengan que hacer, cómo los seres que esperan se mimetizan en actitudes y resoplidos de sonoridad más o menos acordes, cómo miramos el reloj no para que el tiempo pase más rápido sino para exhibir nuestra insatisfacción con el fin de minimizarla, cómo hay quien se confabula con los tics y sus piernas inician una coreografía que transmite su deseo de salir de ahí pitando. Todos esperamos así, con ese gesto desesperadamente humano.
En ese sentido, ¿qué cambia al esperar en una cola virtual? Esperamos distinto porque puedes conducir, hacer la compra o vaciar el lavaplatos mientras aguardas con los auriculares colgando del cuello; puedes incluso leer trucos de cocina o ejercicios para fortalecer el 'core' en las ventanas que tienes abiertas en el navegador de la pantalla, en la que también están desplegadas las noticias, reportajes y titulares que te cuentan la última hora actualizada para asistir al estado comatoso por el que avanza la actualidad, mientras tú estás en una cola virtual, igual de comatoso y prestando un mínimo de atención al estímulo sonoro que te avisará de que es tu turno para resolver el trámite y entonces escapar. Porque ese es el fin, escapar del purgatorio en vida que es la espera.
Hay cierta ética del esfuerzo que nos hace creer que al otro lado de la paciencia hay una recompensa, pero ya sea física o virtual, me pregunto qué recompensa cabe en esperar el acceso de ayuda humanitaria o una resolución de alto el fuego en Gaza propuesta por las Naciones Unidas que Estados Unidos vota en contra. Ante esta actualidad, ¿cómo se puede esperar con Eric Satie sonando en los auriculares cuando sabes que ya no puedes esperar nada? La desesperanza es precisamente eso, que no haya una opción ni tan siquiera al trámite mientras el mundo avanza.
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