Urgente Un incendio en un bloque de viviendas desata la alarma en Basauri

En el paso de cebra, cuando el semáforo se pone en rojo, los coches se detienen y por delante de ellos lo hacen las motos. El muñeco aún no se ha puesto en verde para los peatones y sobre el zumbido de los motores empiezas ... a escuchar el gargajo que se despega de una garganta. No sabes cuál de todas las gargantas de los motoristas es, pero la espeleología orgánica hace su trabajo y, después de profundizar con sonidos que superan el ruido del ralentí, alguien abre la boca y escupe: es ahí, en ese gesto tan característico, necesario para que la baba no se te quede pegada a la cara, cuando descubres quién es el tipo que ha escupido con esa impunidad con la que jamás lo haría en el portal de su casa o en su piso o en el ascensor de su trabajo.

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Aunque nos cueste admitirlo, la mala educación es un concepto subjetivo, pero frente a su ambivalencia seguro que sirve de algo compararlo con lo que no harías en la intimidad, con censurar lo que no te gustaría que hicieran o vieran tus seres queridos, con eso que crees necesario para la convivencia. ¿El tipo de la moto pensará de sí mismo que es un maleducado o que es víctima de una necesidad fisiológica imperiosa porque se ha tragado una mosca o porque se está ahogando? ¿Y si en realidad le importa una mierda lo que pensemos mientras él se quede a gusto?

Si bien los humanos venimos de serie con una noción de lo que está bien y lo que está mal instalada en la placa base de nuestra conciencia, por si acaso están las leyes para ponernos límites, aunque no siempre estén claros. Pienso entonces en la jueza que ha archivado la causa por el apaleamiento al muñeco de Pedro Sánchez porque, dice en el auto, «la falta de educación no es delito». Durante las protestas por la amnistía, los manifestantes llevaron a la sede del PSOE en la calle Ferraz de Madrid una enorme piñata de cartón que representaba al presidente del Gobierno; entre gritos y consignas, se liaron a palos contra el muñeco y después lo ahorcaron. ¿Es delito? No, no lo es, aunque en enero otro juez haya abierto juicio oral contra los cuatro ultras acusados de colgar de un puente un muñeco del futbolista Vinicius cerca de la ciudad deportiva del Real Madrid.

¿Se imaginan vivir en un país que tuviera que poner por escrito la prohibición de ahorcar y apalear muñecos? La educación de una sociedad también se mide en todo lo que no tiene que prohibir para asegurar la convivencia y a la vez la libertad individual, por eso aquel día, cuando el semáforo cambió de color, el motorista aceleró cumpliendo la ley y las normas de circulación, aunque lo hiciera dejando a nuestros pies un japo verde, viscoso y legal.

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