Nada empieza; todo sigue. En Occidente tenemos un pacto: parar el mundo en Nochevieja y ponerlo en marcha otra vez cuando las 12 campanadas han dejado de sonar; adoptar el mismo calendario y hacerle una puerta principal para que salga el año viejo y entre el nuevo con sus cosas viejas, los bártulos heredados. Todo eso sucede en nuestras mentes, que es un lugar donde suceden cosas. Pero el mundo sigue girando y sigue con sus asuntos. Nada se detiene, ni las guerras ni el cambio climático ni los precios ni todo lo demás. He comprobado que algunos medios de comunicación se esfuerzan en buscar las buenas noticias de los últimos 12 meses, porque el flujo de malas noticias es constante, como la corriente del tiempo que nos arrastra. Podemos contrarrestar la negra corriente fijándonos en los puntos luminosos, apoyando su influencia. Cada zona de luz es un agarradero: la vacuna contra la malaria, el invento del joven irlandés Fionn Ferreira para extraer microplásticos del agua (y evitar que nos los bebamos), el trabajo de Médicos sin Fronteras... Cada paso en la lucha contra la enfermedad, contra la injusticia, es una huella beneficiosa que nos conviene.
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La ciencia nos da muchas buenas noticias; sin embargo, la ciencia en España sigue maltratada, empobrecida y obstaculizada. Así que los investigadores de la Uned que han patentado un sistema para transformar metano y CO2, gases de efecto invernadero, en materiales útiles para la industria tienen un mérito inconmensurable. Tanto como los demás científicos españoles que nos han abierto puertas a la esperanza (en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas han encontrado un nuevo modo de combatir el cáncer).
Es triste, es absurdo que la esperanza tenga enemigos (la incuria, el desconocimiento, el poder que se perpetúa a costa de todos y de todo). Las personas que, como la camerunesa Cécile Bibiane Ndjebet, impulsan cambios beneficiosos en el ámbito de la organización social y la relación con la Naturaleza están bajo amenaza de muerte. Porque la oscuridad es una metáfora, pero al otro lado de la metáfora hay seres humanos que matan y manipulan. Nada empieza; todo sigue. Siguen cayendo las bombas sobre Gaza, sobre Ucrania, y aumentan las zonas de tensión en este mundo multipolar, desconcertante, donde la Inteligencia Artificial (no por sí sola, sino malignamente empleada) puede dejar inservible ese invento manifiestamente mejorable, la democracia. «El pueblo quiere siempre el bien, pero no siempre lo ve por sí mismo», decía Rousseau. Hay mucha gente trabajando en internet para que el bien parezca el mal y el mal, el bien. Fijémonos en las luces que dispersan las tinieblas, pero no perdamos de vista las amenazas. Si lo hacemos, ¿cómo podremos hacerles frente?
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