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España ha dejado de ser católica», dijo Manuel Azaña en 1931. Y se armó la de Dios es Cristo. Luego, España se volvió nacional-católica ... y más tarde fue dejando de ser católica (al menos de la forma en que lo había sido antes) sin escándalo ni revuelo. El último Barómetro del CIS ha detectado 25,5 millones de personas que aún se identifican con la religión de sus antepasados. De ellos, solo 8,7 millones son practicantes. El grupo misceláneo de ateos, agnósticos, no creyentes y no adscritos a ninguna iglesia o fe organizada es de 28,4 millones. Judíos, musulmanes, budistas y otros suman 1,7 millones; por algo se les llama minorías religiosas.
Cada Semana Santa, que es una festividad o una serie de festividades católicas, se arma la de Dios en las carreteras y en el sector turístico. El calendario de vacaciones tiene mucho que ver con el calendario litúrgico, aunque la mayoría de la población se queda con la fiesta y deja a un lado la liturgia. Tráfico prevé para este año 15,84 millones de desplazamientos (el año pasado hubo 15,5). Allí donde el espectáculo de las procesiones es más renombrado y más vistoso, la industria turística lo vende en el mundo lo mismo que se vende la Fiesta del Palio de Siena o el festival medieval de Tewkesbury. Las japonesas se hacen selfis con los cofrades sevillanos y los estadounidenses de piel más oscura se ponen pálidos cuando ven los capirotes que les hacen evocar el Ku Klux Klan. Pero la mayoría de turistas extranjeros provienen de Europa.
Todos ellos compensan la pérdida de ingresos por los muchos nacionales que viajan fuera. Algunos de estos van a Roma, viaje que puede ser o no de inspiración religiosa, pero otros se van a Marrakech o al sudeste asiático. De momento, los líos que hay en el mundo no han detenido la fabulosa rueda del turismo. Al revés, parece que quien puede se lanza a viajar como si no hubiera un mañana. Viajar tiene su riesgo, pero millones de viajeros asumen los riesgos del viaje. Otras amenazas son inasumibles y afectan mucho a la elección de destino. Gaza no va camino de convertirse en la Riviera de Oriente Próximo. Rusia recibía anualmente unos 25 millones de turistas extranjeros antes de invadir Ucrania; inmediatamente después dejó de ser un destino mundialmente deseado.
Por otra parte, los europeos están viajando menos a EE UU, quizás porque su Gobierno no parece apreciarnos mucho, o quizás porque te pueden mandar de vuelta o enviarte a un centro de detención por haberle caído mal al funcionario de aduanas o porque fumaste marihuana en California en el 84. No importa; si lo que quieres es olvidarte de la Semana Santa, cualquier lugar del norte de Europa sirve. Tampoco hace falta cruzar el charco ni volar al país del sol naciente.
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