Diciembre camina ya por sus días contados, y la Realidad (ese ente misterioso) anticipa algunos de sus regalos y anuncia otros para que lleguemos a la Navidad con el alma mecida por los dulces arrullos de la estación y cobijada por los más cálidos sentimientos. ... Los trabajadores de Telefónica mayores de 55 años que llevan 15 o más en la empresa ya tienen su regalo navideño, ese ERE que ha propagado ondas de inquietud en todas direcciones menos una. Telefónica daba trabajo a 70.000 personas en los años 90 del pasado siglo, lo habrán leído ustedes ayer en este diario. También habrán leído que ahora tiene 16.000 empleados y que planea dejar la plantilla en dos tercios de ese número. Por lo pronto, quedan en la incertidumbre y la preocupación los 5.124 trabajadores que cumplen los requisitos de la mala suerte.

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Les ha tocado el gordo, pero es que si eres mayor de 55 años llevas boletos como para reducir el papel del azar mucho, pero mucho, en esta lotería, pues las grandes empresas acusan una cierta tendencia a reducir el número de sueldos que pagan y cuando lo hacen suelen empezar por los mejores sueldos. Estos son, habitualmente, los de los trabajadores más experimentados, que gozan de los beneficios de la antigüedad y que no tienen el cuerpo para dejarse la salud en jornadas maratonianas a precio de saldo, como hacen, por ejemplo, las personas que atienden al público en los famosos (por infames) centros de llamadas o centros de atención telefónica (un servicio, en la actualidad, totalmente externalizado, como todos sabemos por información recibida y por experiencia padecida).

Ahora empiezan las negociaciones, y los sindicatos dicen que harán todo lo posible por dejar en mínimos la propuesta de máximos. El anuncio de este ERE, tan delicadamente depositado a las puertas de la Navidad, que son anchas y largas por mor de la temporada invernal de consumo, es una aparición dickensiana en la que toman forma ciertas sendas de precarización del empleo en empresas con beneficios que buscan aumentar los beneficios, como es el caso. La industria armamentística, por contraste, no ha podido optimizar los suyos, debido a que no da abasto, debido a que le falta mano de obra para tanta demanda. Estos datos proceden del Stockholm International Peace Research Institute (Sipri) y, en realidad, se refieren a 2022, cuando se auguraba un aumento de los beneficios a medida que la industria pudiera aumentar la producción. No sabemos si esto ha sucedido ya en 2023, pero sabemos dónde hay puestos de trabajo. Mientras media humanidad se mata, el resto podrá dedicarse a fabricar toda clase de máquinas y artilugios para facilitarles la matanza. Parece una buena solución a dos problemas: el desempleo y la superpoblación.

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