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Las potencias mundiales lo son porque pueden mucho. Por desgracia, su capacidad de hacer el mal es mayor que su aptitud para el bien, lo cual resulta muy inconveniente, pues empuja el planeta hacia lo inhabitable. Como especie, como fenómeno conjunto, la Humanidad es una ... gran potencia. Lo malo es que no controlamos nuestros efectos; muchos de ellos son indeseados e indeseables.
El juego entre potencia e impotencia es vasto y vertiginoso. Gracias a la química, la impotencia sexual se convierte en potencia, la enfermedad en salud y la salud en enfermedad. Todos nos sentimos impotentes ante las guerras que se desarrollan sin pedirnos permiso: la picadora de carne de los campos ucranianos, el desconcertante y desolador conflicto entre Israel y Hamás, las pugnas constantes entre poderes y facciones que expulsan a la gente de esta o aquella zona de África.
Lo cierto es que, uno a uno, podemos bien poco (salvo si eres Elon Musk o Bill Gates). Cada día me llegan al correo electrónico peticiones de ayuda para los niños hambrientos, las mujeres iraníes, los disidentes egipcios, los homosexuales ugandeses, los osos asiáticos, los elefantes africanos, las ballenas, los enfermos de cáncer, la protección del medio ambiente... Esas ayudas solo ganan potencia con la contribución de muchos, pero cada mensaje nos hace sentir como si todo dependiera de uno, de cada uno, en cada momento. Hay una tendencia poderosa a derivar las responsabilidades hacia lo individual, pero la influencia humana solo alcanza dimensiones planetarias cuando es colectiva, salvo que te llames Elon Musk o Bill Gates o Jeff Bezos.
Dice la señora Aguirre, es decir, doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, y lo dice siempre que tiene ocasión, que no cree que la Humanidad pueda influir en el clima. El cambio climático no lo niega, pues seguramente lo nota en sus propiedades rurales, así que, concluye, se deberá a otras causas. Sin embargo, lo que crea la señora Aguirre no cambia los datos científicos que muestran cómo el cambio climático se desarrolla junto con la era industrial y en paralelo a la quema masiva de combustibles fósiles. En cuanto a la presencia de pesticidas, plásticos y toda clase de cosas que no estaban ahí en agua, aire y tierra, si alguien dijera que no son de origen humano le miraríamos de reojo y nos miraríamos de reojo con cierta inquietud.
Impulsada por la Basque Sustainable Pharmacy y llevada a efecto por varias entidades científicas, una investigación ha monitorizado, y detectado, fármacos en los cuerpos de delfines muertos en la costa vasca. El mar es una infusión de medicamentos, y no los han dejado ahí los extraterrestres. 8.000 millones de seres humanos y 300 años de civilización industrial, eso es un fenómeno a escala planetaria.
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