Llegó el día 11, el día de calor infernal que no solo afectó a esos sitios que ya se van acostumbrando (si es posible acostumbrarse) a tener muchos, pero muchos días de calor infernal, sino también a Euskadi y a Cantabria, donde tuvimos el dudoso ... honor de reclamar las temperaturas máximas. ¿Y qué hizo la gente? Pues hay gente para todo, pero una gran cantidad de ella se lanzó a la costa aprovechando que está ahí mismo.
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Este periódico publicó un fotorreportaje de la gente combatiendo el calor, sobreviviendo al calor y exponiéndose al calor. Ahí están la aterradora imagen del termómetro que marcó 50 grados Celsius en el centro de Bilbao y muchas fotos de familias en la playa, muchedumbres en la playa y bañistas en la playa. Espero, por el bien de esas personas, que las imágenes correspondan a las horas del día en que la temperatura ambiente aún rondaba los 30 grados, que tampoco son poca cosa.
Solo en la costa de Bizkaia los socorristas atendieron a unos treinta afectados por golpes de calor (habría quien se atendió solo, o a quien atendió su familia). Son pocas, teniendo en cuenta que son muchos quienes deciden que los días de calor sofocante es bueno ir a la playa. Sería bueno si todo el mundo se metiera en el mar y se quedara en él, con solo la cabeza fuera y un sombrero de ala ancha a manera de toldo. Pero el pasado domingo, las fotos delatoras muestran un paisaje costero sin un centímetro de arena libre.
Esta idea de ir a exponerse al sol cuando incluso debajo de la sombrilla hay una radiación de aúpa es un producto de los tiempos modernos y está relacionada con algunas otras ideas locas de nuestra civilización en torno al turismo, el ocio y la salud. Hasta el siglo XIX, la gente se protegía del sol lo más posible, y los arenales costeros eran unos sitios desolados, agrestes donde nadie iba a pasar el día o la tarde, al contrario de las riberas de los ríos, que eran lugares amenos y deleitosos (así, con esas palabras). En las novelas, lo único que sucedía en las playas es que venían unos piratas y se llevaban al o a la protagonista para venderlos como esclavos.
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Solo en el siglo XIX los ricos empezaron a ir a las playas con la idea de que era beneficioso para su salud, amenazada por la vida muelle. Todo lo que empiezan haciendo los ricos lo quiere hacer siempre el resto de la sociedad y, andando el tiempo, los primeros ya solo acuden a playas privadas o a 'resorts' carísimos para no tener que compartir el espacio con las multitudes que creen que ir a la playa es bueno, es guay, es saludable aunque el sol abrase y el aire asfixie, pero no saben por qué creen tales cosas, cuando todos sus antepasados anteriores al siglo XX opinaron lo contrario.
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