La crisis migratoria se calienta en verano y, como los inviernos son cada vez más suaves (por cortesía del calentamiento global), luego no llega a enfriarse del todo. Hace cinco meses, durante la temporada del verdel en el Cantábrico, el periodista Iñaki Arizmendi se subió ... a un pesquero en San Sebastián y comprobó que, más que verdel, los tripulantes iban encontrando tiburones, más tiburones y hasta una salpa brasileña. El centro tecnológico Azti confirma que estos hallazgos no son excepcionales, sino que están dentro de la corriente general (nunca mejor dicho): los peces de aguas cálidas se desplazan a las que antes eran aguas más frías, puesto que ya no lo son. El cambio climático nos está desbaratando muchos esquemas y muchas cosas.

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Ayer se publicó en este periódico un artículo de Maitane Leizaola Zulueta, directora de Bermeo Tuna World Capital, sobre, precisamente, cómo se ve afectada la pesca por los cambios que trae el gran cambio (el del clima). De la pesca vivían las poblaciones costeras de Senegal hasta que llegaron los grandes pesqueros europeos y luego los chinos (estos con bandera senegalesa, pero siguen siendo chinos). Sin ayuda del cambio climático, los caladeros que permitían ganarse la vida al 17% de la población local se han empobrecido bastante. En todo caso, sus riquezas, las que quedan (atún, dorada, sardina, merluza…), terminan en el vientre de los grandes barcos extranjeros, y los pescadores senegaleses se ven obligados a 'reinventarse', usando los cayucos con los que salían a pescar para otros menesteres.

O sea, los cayucos en los que llegan a Canarias quienes huyen de algo o simplemente aspiran a algo mejor fueron embarcaciones de pesca que ya no pueden serlo. Como los discípulos de Jesús, muchos pescadores senegaleses se han reconvertido en pescadores de hombres, solo que esto es un negocio muy poco divino, aunque, eso sí, floreciente, ya que hay muchas cosas de las que huir en África. Se huye de la guerra, del terrorismo, de la tiranía, de los países esquilmados por compañías multinacionales, de los países desestabilizados por potencias occidentales, de los gobiernos corruptos, de las sequías cada vez más largas…

En Burkina Faso, un atentado islamista acaba de dejar 100 muertos y más de 140 heridos. En Alemania, un atentado yihadista acaba de dejar tres. Ondean las banderas antiinmigración en Europa mientras, en África, los recursos naturales desaparecen a través de la gran maquinaria de extracción de los europeos, los estadounidenses, los rusos, los chinos… Allá se ha ido Pedro Sánchez, a Mauritania, Gambia y Senegal, hecho un brazo de mar o, mejor dicho, un Supermán, a ver si consigue hacer algo con este problema cósmico. Que no se diga que no lo ha intentado.

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