![El pago y la paga](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/01/10/opi-maizkurrena-khqC-U2101201587774zS-1200x840@El%20Correo.jpg)
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La paga y el pago no son un matrimonio como la lagarta y el lagarto del poema infantil (el de García Lorca). Tampoco son pareja de hecho. No son 'queer', pues, junto a otras parejas similares, establecieron su norma a caballo entre la semántica y ... la morfosintaxis, y durante siglos esta norma ha sido una institución generalmente aceptada en la geografía del lenguaje. Tampoco pertenecen al mismo grupo que la pareja «los pajes y las pajas». Esta se ha hecho famosa durante las cabalgatas no tanto por deslices reales (no tengo ninguno documentado, y nótese de paso la oportuna ambigüedad del término «reales») como por bromas y noticias falsas que aplicaban falsos rótulos a imágenes de RTVE. Yo creo que «pajes y pajas» incorpora un seguro que frenaría al reportero más ciegamente inclinado al lenguaje inclusivo de caer en el despiste. Por el contrario, cualquier cómico quitaría el seguro y se lanzaría a aprovechar los matices de los términos individuales y de su azarosa conjunción.
Podemos decir cliente y clienta; es innecesario porque la primera terminación vale para el femenino y para el masculino, pero la segunda está admitida y no tiene consecuencias. Lo que no se puede decir impunemente es «el paje y la paja». La mayoría de los sustantivos que así se dividen (como los Doberman en 'Resident Evil') son bastante neutros: el manzano y la manzana, la capital y el capital… Aunque alguno ha probado ser una trampa en la que, indefectiblemente, caen quienes debieran verla de lejos: el editorial y la editorial se cobran muchas víctimas a diario (lo mismo que el «alto al fuego», pero ese es otro tema). Enredar con el lenguaje puede ayudar a la comunicación. Enredarse con el lenguaje solo tiene una cosa buena: la comicidad que aparece en forma de subproducto. He puesto a la cabeza de esta pequeña hueste de criaturas lingüísticas las palabras «pago» y «paga», y no pienso en la primera como distrito, pueblo o territorio.
Pienso en que, después de Navidad, es tiempo de hacer recuento de daños, salvo para los pobres de solemnidad, que han tenido que conformarse con los daños de siempre. Los pagos que se reciben y los que se retrasan; la paga que sube o no sube y, en general, no hace frente a la inflación; y el decreto del Gobierno que, de momento, no sale, con objeto de que el mal de todos alimente los intereses particulares de los partidos de oposición, incluidos ciertos socios: estos son los temas del momento, junto con el pago inevitable en salud y calidad de vida que hacemos cada día y cada noche por tratar mal lo que un día fue sagrado y hoy es una mina y un vertedero. La blanca marea de plástico en las costas del Norte (ahora sí, por estos pagos) no es solo un aviso, sino una enfermedad.
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