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La expresión 'público y notorio' la usan mucho los jueces en sus sentencias y en sus autos, pero se usa también, con más o menos ironía, en otros registros de la lengua. Yo aquí quiero hablar de la 'notoriosfera', que viene a ser la esfera ... altamente visible y altamente volátil de la gente famosa, solo que 'famosfera' suena peor. Una marca famosa no es lo mismo que una marca notoria, pero ahí ya estamos otra vez usando un lenguaje técnico, el de la mercadotecnia. Una persona notoria es lo mismo que una persona famosa, aunque no sea notable. Ahora ya me está pareciendo que 'famosfera' no suena tan mal y que, puestos a crear neologismos, esto merecería una votación en alguna red o foro de aceptación notoria (vean que aquí las dos palabras no son intercambiables).
Nunca ha habido tanta gente en ese imaginario colectivo enlazado con seres reales, y poca falta hace recurrir a personajes históricos o legendarios para nutrir su multitudinario aforo. La tecnología de la información sostiene y nutre la ¿'famosfera'?, ¿'notoriosfera'? y ensancha sus límites. En fin, ahí entran los buenos y los malos, los canallas y los santos, los sabios menos que los ignorantes soberbios. Nunca había habido tanta gente a la busca y caza de la notoriedad, pues los medios de conseguirla, siquiera en una dosis mínima, nunca habían sido tantos. Y, sin embargo, la notoriedad puede ser una condena.
Seguramente Alberto González Amador habría preferido evitar el enorme interés que despierta en los medios de comunicación y en el público, pero él ya sabía, cuando se echó una novia famosa, que como pareja de la misma iba a entrar en la 'notoriosfera' más pronto que tarde. Hay en su vida cada vez más hechos 'públicos y notorios', aunque tiene la suerte de que estos días la 'notoriosfera' está agitadísima y relampagueante por la acción de diversos seres cuyas acciones y hechuras se salen de lo común, sin que ese salirse de lo común suponga un gran mérito, salvo que hacerse notar, y mucho, lo sea.
Está ese señor, Pablo de Rojas, autodenominado obispo, y sus monjas reposteras, que nos han servido un folletín burlesco con el que entretener las horas de la digestión, cuando esta vuelve torpe el cerebro para otras cosas. Está, por supuesto, el señor Milei, el cual, siendo presidente de un país, puede armar de una sola vez un conflicto diplomático y una película de los hermanos Marx en versión 3.0, con el señor Abascal como compañero de reparto. En una reciente encuesta para un estudio de la fundación BBVA pocos españoles se acordaron de Santiago Ramón y Cajal a la hora de citar a científicos famosos, pero vaya si se acuerdan del señor Milei estos días… ¿Durante cuánto tiempo? Poco seguramente. La 'notoriosfera' ilumina violentamente a sus héroes y luego se los traga para poner el foco y la cámara en otra parte.
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