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La nariz de Leonard Bernstein es, como el beso de Rubiales, un tema de rabiosa actualidad. Hay gente que rabia por la nariz postiza del actor Bradley Cooper en el 'biopic' de Leonard Bernstein, y hay gente que rabia por la bonita imagen de la ... marca España que se ha propagado a consecuencia de las delicadas y respetuosas maneras de Rubiales, cuya fama, de todas las maneras (estas y las otras), le precede. Puntualicemos: aquí tiene más energía el beso del escándalo; allí, la nariz escandalosa. El aquí y el allí lo dejamos en una conveniente ambigüedad que el lector puede ajustar a sus percepciones y preferencias. Lo que en Estados Unidos es un problema de narices en esta remota colonia cultural del amigo americano es solo una polémica nariguda. Habrá mucha gente a quien le importe un bledo la nariz de Bernstein o la de Cooper. Inevitablemente, sin embargo, se fijarán en la dichosa nariz si van a ver la película después de tanta publicidad.
Cuando el bueno de Quevedo le dedicó a Góngora el soneto que empieza «érase un hombre a una nariz pegado / érase una nariz superlativa», la nariz no era solo una nariz: era una caricatura con mala idea que señalaba agudamente la ascendencia hebraica de Góngora. Quienes se han ofendido por la caracterización de Bradley Cooper para la película 'Maestro' opinan que la probóscide artificial es una repugnante caricatura y que se debería haber escogido a un actor judío para el papel. Lo cual podría ser una repugnante forma de racismo, esta idea de que cada grupo étnico o racial debe estar confinado a representar personajes de su propio grupo étnico o racial. Protestan los indignados al grito de «jewface», adaptación de «blackface», voz que denunciaba la ridícula caracterización de los actores blancos en obras musicales que caricaturizaban al personaje negro. No es este el caso, como ha hecho ver la familia del propio Bernstein. No hay caricatura, ni antisemitismo, y con frecuencia no hay diferencia física alguna entre judíos y gentiles.
No todos los judíos (el judaísmo, recordemos, es una religión) son semitas ni todos los descendientes de hebreos en este mundo se empeñan en conservar acendrados y puros (como Adrien Brody) los rasgos de sus remotos antepasados israelitas que les hacen parecerse a sus enemigos y hermanos árabes. En cuanto a la nariz de Bernstein, ni siquiera era una nariz semita, sino sencillamente grande. Lo malo es que estamos hablando de ella en vez de hablar del autor de la música de 'West Side Story', director de la Filarmónica de Nueva York por más de diez años, figura pública y músico excepcional al que unos obreros despidieron desde sus andamios con aquel «¡adiós, Lenny!» al paso de la comitiva fúnebre.
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