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Monjas y lavanderas: dos papeles tradicionales en la comedia del mundo (a veces se solapaban) están de actualidad. El primero, vivo aunque mermado, acaba de dar un golpe en la puerta, la de nuestra atención y la de salida, pues las clarisas de Orduña y ... Belorado, tan buenas reposteras ellas, abandonan la Iglesia oficial, la del Papa de Roma. Tenemos cisma. En cuanto a las lavanderas, este fue un oficio típicamente femenino en Occidente cuando no había máquinas lavadoras, y por eso la escultura concebida y ejecutada por Josu Azkue quiere ser un homenaje a ese trabajo y a quienes lo hacían, como profesionales o como parte de la profesión de criadas y esposas de maridos que no podían mantener a una criada, salvo que lo fuera su mujer.
Así que Josu Azkue se ha preguntado: ¿qué es una mujer? Ante todo, un buen culo y unas buenas tetas. Y así ha representado a su lavandera con un busto no solo abundante, sino enfundado en un 'wonderbra', y con unas caderas aprisionadas en un vestido que habría puesto muy difícil el trabajo de lavar la ropa a quien lo llevara. Ha añadido el toque de unos morritos sensuales que se adelantan hacia el espectador en un gesto no se sabe si desafiante o sugerente (o ambas cosas), y ¡voilá!, he aquí una imagen poderosa y empoderada de la diosa del amor.
El gobierno municipal de Azpeitia ha rechazado la obra porque «no responde a la tipología de las lavanderas de la época». Es verdad. 'Alguien' (siempre hay alguien) cree que el rechazo se debe a una visión pacata en cuya raíz está la idea de 'pecado'. El único pecado aquí, sin embargo, es artístico. Se llama 'kitsch'. Y el 'kitsch' tiene siempre una faceta estética y otra ideológica, la cual se cuela en las intenciones y en los efectos. El pecado de Josu Azkue es el mismo que cometió Emanuele Stifano cuando dio forma y materia a su Espigadora. Aquella escultura (bronce entonces, no mármol de Markina) se colocó en Sapri en 2019 y la diputada Laura Boldrini tuiteó que era «una ofensa a las mujeres y a la historia que se supone que celebra». «El machismo es uno de los males de Italia», dijo.
En cuanto a las monjas de Orduña (y Belorado), parece que se rebelan, que protestan, que denuncian, pero se ponen a las órdenes de un personaje pintoresco, algo siniestro y muy estrafalario: el 'obispo' Pablo de Rojas, que ha salido del siglo XIX como la Lavandera de Azpeitia. Al fondo, un lío de inmuebles. Las Hermanas Pobres de Santa Clara ya no reconocen a ningún Papa posterior a Pío XII. Así lo exige la Pía Unión de San Pablo Apóstol, sociedad fundada por don Pablo de Rojas en Bilbao en 2005. Nuestras arriscadas monjas están ahora 'bajo la tutela' de este caballero. No parece esto, tampoco, otra victoria del feminismo.
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