![El mejor espectáculo](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/01/24/opi-maizkurrena-kgOG-U2101325313178Cl-1200x840@El%20Correo.jpg)
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El mejor espectáculo de la arena mediático-política estadounidense lo da Donald Trump. Es un cruce entre 'showman' y predicador. Sale al escenario como un luchador sale al ring. Desciende sobre él una luz de alquimia y fuego que, en parte, procede de los focos, ... en parte de su desfachatez, en parte del poder que le proporciona su fortuna. No hay mayor poder que el dinero.
El público se siente fascinado por la puesta en escena, por el personaje, por todos los medios arrojados al espectáculo. Trump es, de nuevo, un interesante fenómeno de masas y un peligroso candidato a presidente. Sus seguidores se parecen más a una secta que a otra cosa, y han puesto su fe en él. Les gusta el espectáculo. Les vuelve locos. Oyen lo que quieren oír y les dicen lo que deben pensar, por si no lo tenían claro, y a lo que pensaban antes se van uniendo nuevas inspiraciones. Trump es un multimillonario iconoclasta, un poderoso irreverente, y, además, es grosero. Le adoran. Puede decir lo que quiera y le creerán. Es lo que tienen la fe y sus profetas. Cuando Hilary Clinton le acusó de ser una marioneta de Rusia, él respondió «La marioneta eres tú». Ahora que Biden advierte de que es un peligro para la democracia, Trump está diciendo en sus mítines que Biden es un dictador.
Su táctica es muy burda: a todo le da la vuelta. Eso incluye las acusaciones fundadas de sus adversarios, y eso abarca su uso del lenguaje, donde democracia es dictadura y autoritarismo antidemocrático es democracia; donde los asaltantes del congreso son patriotas y alguien que estuvo a unos milímetros de dar un golpe de Estado es el defensor de la libertad. ¿Por qué le creen sus seguidores? Porque les da la gana y porque sus cabezas funcionan de la misma manera. No en vano han sido moldeados por los mismos medios de masas de los que Trump se alimenta y en los que ha hecho su carrera como personaje público y como candidato.
Para tomar una decisión es necesario estar bien informado y tener criterio, pero para votar solo hace falta ver la tele, y luego meterse en Internet a navegar allí donde se nos muestra el mundo en el que creemos. La realidad no importa. Un gran fracaso de los sistemas educativos es que la gente no sepa votar. Que la gente no sepa votar no quiere decir que vote lo que a mí no me gusta, sino que hay que aprender a votar lo mismo que se aprende cualquier competencia, y hay que hacerlo basándose en conocimientos, ideas y datos, y en la capacidad de discriminar y seguir aprendiendo, que son cosas que se adquieren (o no) en la escuela. «El derecho a votar basta para que tenga el deber de instruirme», escribió Rousseau. La gente que se instruye en los 'reality shows' y en los magazines salseros y en las webs conspiranoicas luego va y vota a Donald Trump.
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