En un artículo que se titulaba 'Las galaxias', decía yo que el cerebro humano contiene unas 69.000 neuronas y la Vía Láctea al menos 200.000 estrellas. Mal, está mal: me dejé fuera la palabra 'millones', que debía haber ido antes de 'neuronas' y antes de 'estrellas'. Quise ilustrar las magnitudes incomprensibles, y nada mejor para ello que esa palabra que se fue por el desagüe de los olvidos. Se simplificó lo complejo y enorme, desapareció lo colosalmente inconcebible para dejar lo incomprensible no tan apabullante. A costa del error. Un físico, un médico, acostumbrados a manejar tales datos, no habrían cometido un error semejante. Si uno de ellos ha leído el artículo dichoso, se le habrán puesto los pelos de punta, porque 69.000 es una cantidad de mucha risa hablando de neuronas o de estrellas. El yerro, tropezón, lapsus, omisión o falta me ha perseguido desde que fui consciente de él, y siento que no dejar constancia del mismo es un poco como mentir.
Publicidad
Desde que sé que el pequeño cerebro de un ratón ya contiene 70 millones de neuronas, miro a los ratones con más respeto. A Donald Trump lo miro con menos respeto que a un ratón, porque tiene, sí, unos 69.000 millones de neuronas (100.000 millones según otros cálculos, ya que contarlas de una en una es imposible), y las utiliza para el engaño. Considero que la verdad, hasta donde nos sea posible alcanzarla, es una obligación moral, y creo que el señor Trump, cuyo cerebro es una máquina de mentir, causa un daño importante debido a la amplia expansión de la realidad ficticia que difunde como sustitutivo de una imagen de la realidad más ajustada, más veraz, más sincera, más útil para tomar decisiones y ponernos de acuerdo.
Decían que, después del atentado, Trump había cambiado, pero el cambio duró poco. Su discurso de la Convención Nacional Republicana ya estuvo trufado de datos falsos y falsas acusaciones. Todos esos números que 'prueban' que EE UU está siendo invadido por hordas de delincuentes no prueban nada, porque han salido de la imaginación de alguien. Yo comprendo que, así como hay gente que persigue la verdad, hay gente que vive en la mentira (mentirosos compulsivos, fabricantes de bulos, inventores de 'realidades alternativas'). Comprendo también que al señor Trump no le gusta estudiar. En una ocasión admitió que, antes de llegar a la presidencia de EE UU, no tenía mucha idea de lo que era la OTAN, pero que en dos minutos se puso al día. En dos minutos, es evidente, no pudo ponerse al día de gran cosa. Si no lees, si no estudias, si no tratas de averiguar las cosas, inventártelas es una solución fantástica. Se ahorra mucha energía que puede usarse para dar discursos absolutamente falaces de 90 minutos.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.