Pongamos en limpio el estado de las cosas en el mundo y quizá nos llevemos algunas sorpresas. El mapa cognitivo de la actualidad pasa primero por Ucrania. En esta maldita guerra, Putin está demostrando conocer a fondo los vicios y el cinismo proverbial de las ... democracias occidentales. Putin nos ha calado con la astucia de un viejo zorro que vio pudrirse el sueño soviético y demolerse la Rusia posterior. Los espectadores están hartos del conflicto y las televisiones no quieren perturbar aún más sus fantasías de bienestar con pesadillas como la recesión y el corte energético. Si nos cansamos tan pronto de defender valores éticos será porque, en realidad, el único ideal que nos mueve es el de la prosperidad material y el hedonismo barato. El modelo político es Boris Johnson. Un gamberrete oxoniense convencido de que la broma estudiantil podía expandirse al infinito más allá de la juventud.
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En cuanto la inflación y los precios se disparan, los virajes ideológicos se vuelven peligrosos. En Estados Unidos la impopularidad de Biden crece imparable y la violencia armada se recrudece hasta extremos impensables, mientras Trump aguanta contra las cuerdas. Pero la violencia no es solo patrimonio constitucional estadounidense. Los europeos tenemos nuestra propia cosecha roja.
Terrorismo islamista contra gais en Oslo, ataque terrorista indiscriminado en Copenhague, matanza policial en la frontera de Melilla... Por no hablar del poder fantasmático y el partido de las cloacas de Villarejo que conspiran contra Sánchez para asaltar las instituciones y poner al mando a la derecha facinerosa, según Pablo Iglesias.
El problema real de Podemos no es que discrepe del partido con el que gobierna, sino que crea que pactar con los socialistas no paga precio ni mancha las manos. No se sale indemne de esa alianza tóxica con el poder. Para tratar de remediarlo, el comunismo Chanel de Yolanda Díaz cita a su gente en el Matadero con un discurso banal diseñado para seducir a las mentes más ilusas. El mitin de Sumar representa un acto de fe ingenua en el futuro electoral de la izquierda. Un simulacro de esperanza en que aún es posible cambiar un mundo endiablado en el que, como muestran la guerra de Ucrania y la nueva geopolítica de la OTAN, la ley del más fuerte se impone sobre la razón económica y el cinismo universal. En suma, es solo un síntoma de fracaso.
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Qué favor ha hecho Putin a todos los que no quieren que averigüemos la verdad sobre la pandemia. Malos tiempos para la política.
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