Son días de lluvia tropical en Miami. De esa que no hacen sino escurrir la humedad con la que ya no puede cargar el cielo de Florida. Los coches y las prisas atestan las carreteras con las que Miami Beach agarra al continente.

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En Coral ... Gables tengo las reuniones con un tipo al que antes llamaba cliente. Y que ahora llamo amigo. Productor audiovisual de los que dan renombre a la profesión. Gutman, hombre entrado en edad solo por fuera. Por dentro, aún es travieso y chisposo. Y que lleva un escudero que no le va a la zaga, Santucho, otro argentino con más nota que el 10 de Argentina. En varias reuniones, detecto en los altos cargos de las más relevantes plataformas audiovisuales un brillo en la mirada al verlo. Todos encantados de compartir un rato con él. Con el «maestro Gutman», como lo llama alguno.

Eso me hace pensar. Porque lo que veo no es un hombre arrollador. No veo un ejecutivo agresivo. Veo un hombre que ha aprendido que el respeto no se exige, se conquista. Que la admiración no se obtiene subiendo a un pedestal, sino ayudando a otros a que suban al suyo. Fui allí buscando contactos. Me volví con lecciones aprendidas. Y con un nuevo mentor para esta vida, que es corta pero muy ancha. Otro más. Y pienso aprovecharlo.

Dices que vas a trabajar a Miami y todo parece glamour y sol. Pues no. Hay que conjugar agenda española y la americana. Los días empiezan a las 5.00 para no perder comba con la península y acaban cuando Miami quiere. Y además, llueve. Pero qué más da la lluvia si solo es agua. Qué más da el cansancio cuando a cambio ganas algo eterno. Experiencia. Conocimiento. O, por ejemplo, la amistad de un nuevo maestro.

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